Fontem

«Hoy merece que contemos algo [de la historia] de Fontem, en Camerún. Su título podría ser: «A mí me lo hicisteis». Es una historia que parece un cuento.

En la selva de Camerún había un pueblo que había sido muy numeroso. Era casi todo pagano, pero con una gran dignidad, moralmente sano y rico de valores humanos. Era un pueblo naturalmente cristiano, podríamos decir. Se llamaba Bangwa, pero ahora estaba disminuyendo a causa de las enfermedades. El 98 % de los niños, en efecto, moría durante el primer año de vida.

No sabiendo qué hacer, esos africanos, con los pocos cristianos que había entre ellos, se preguntaron: «¿Por qué Dios nos ha abandonado?». Y concluyeron: «Es porque no rezamos». Entonces, todos de acuerdo, decidieron: «¡Recemos durante un año, tal vez Dios se acordará de nosotros!».

Rezaron, día tras día, teniendo en la mente sólo esta idea: «Pedid y se os dará; llamad y se os abrirá»(Mt 7,7). Y rezaron todo el año. Pero a fin de año no había sucedido nada.

Fontem 19 gennaio 1969
Chiara Lubich, Fontem, 19.1.1969

Sin desanimarse, los pocos cristianos dijeron al pueblo: «Dios no nos escuchó porque no rezamos lo suficiente. ¡Recemos un año más!». Entonces, rezan otro año, un año entero. Pasa el segundo año y no sucede nada. Entonces se reunieron y se preguntaron: «¿Por qué Dios nos ha abandonado? Porque nuestras oraciones no valen delante de Dios. Somos demasiado malos. Hagamos una colecta, una recaudación de dinero, y mandémosla al Obispo para que haga rezar a una tribu más digna que la nuestra, para que Dios se apiade de nosotros».

El Obispo se conmovió, empezó a ocuparse y los fue a visitar y les prometió un hospital. Pero pasaron tres años y el hospital no aparecía. En un momento dado llegaron algunos focolarinos médicos. Y el pueblo de los Bangwa vio en ello la respuesta de Dios. A los focolarinos los llamaron: ‘los hombres de Dios’.

Estos se dieron cuenta de que en este lugar no valía hablar. No se puede decir en esas circunstancias: «Id en paz, calentaos y hartaos» (St. 2, 16). Aquí había que arremangarse y actuar. Y abrieron un consultorio en medio de dificultades indecibles.

También yo fui a visitarlos tres años después. Aquella multitud reunida en una vasta extensión, ante la casa del rey, el Fon, me pareció tan unida, tan ansiosa de elevación espiritual, que me pareció un pueblo preparado desde hacía tiempo, por María, para el cristianismo en su forma más íntegra y genuina. En aquel momento la zona ya era irreconocible. No sólo por los caminos y las casas que habían construido, sino también por la gente.

La obra precedente de los misioneros, que solo raramente podían visitar la región, había establecido bases muy sólidas. Ya habían nacido pequeños núcleos de cristianos aquí y allá, como una semilla que espera germinar. Pero ahora la marcha hacia el cristianismo había adquirido las proporciones de una avalancha. Cada mes los bautismos de adultos que nuestros sacerdotes debían administrar eran centenares, a pesar de una selección muy rigurosa.

Un inspector del gobierno, que había recorrido la región para inspeccionar las escuelas primarias, al final afirmó: «Todo el pueblo está fuertemente orientado hacia el cristianismo, porque ha visto cómo lo viven concretamente los focolarinos».

Y hay que destacar que la acción evangelizadora de los focolarinos durante esos tres años fue casi exclusivamente una cuestión de testimonio. Ha habido que trabajar mucho, es más, casi sólo trabajar y en condiciones muy difíciles: por la falta de medios adecuados, de personas capacitadas en el lugar, y por las dificultades de las vías de comunicación y de abastecimiento. Por tanto, nada de reuniones, nada de grandes jornadas o discursos públicos. Solamente algún diálogo personal en encuentros ocasionales. Sin embargo, todos los domingos, el ‘galpón – iglesia’ se llenaba cada vez más de gente. Junto al grupo de los cristianos, aumentaba el número de los animistas que querían acercarse al cristianismo. La iglesia ahora estaba repleta y era más la gente que participaba desde afuera que la que estaba adentro. Miles de personas oían la Misa, centenares se acercaban a comulgar.

La de Fontem, para nosotros, fue una experiencia sin igual. Nos pareció que revivíamos el desarrollo de la Iglesia en los primeros tiempos, cuando el cristianismo era aceptado por todos integralmente, sin límites y compromisos. Y la experiencia de Fontem empezaba a despertar el interés de muchas otras comunidades africanas, como la de Guinea, de Ruanda, de Uganda y de Kinshasa en Zaire[1],, de esta manera Fontem adquiría cada vez más su función de centro propulsor de una evangelización característica. Hoy Fontem es un pueblo grande, con todo lo esencial que comporta un pueblo. Y tiene también una parroquia.

Creyeron en los focolarinos, porque hicieron a Jesús lo que hicieron a los Bangwa, dando, en primer lugar, testimonio del amor entre ellos y luego hacia todo el pueblo».

Chiara Lubich

Fragmento de una coversación en el congreso del Movimiento de los religiosos – Castel Gandolfo, 19 de abril de 1995

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[1] Atual República Democrática del Congo.

5 Comments

  • Seeing the photos of Fontem brings fresh memories of my stay in this Bangwa land.

    Thank you Chiara for the «Miracle in the Forest» which ended up touching lives of many people far away from this point- Fontem.

    Thanks to all those who continue to be there, Dr Tim (Augustine) and many others….

    Kenneth

  • cada vez que leo esta noticia siento gran alegria como Mèdico que soy entiendo la gran labor que se hizo. hermosa experiencia. Siempre Unidos. Saludos desde Venezuela.

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