Contribuir a que se logre experimentar un estilo de vida evangélico centrado en la comunión, para luego poder enseñarlo y difundirlo en los Seminarios: es el núcleo del paradigma sobre el que se basó el curso para formadores que se realizó en la capital tailandesa desde el 15 de abril al 5 de mayo.

El pequeño grupo de sacerdotes europeos provenientes de Roma se encontró con una realidad eclesial viva, joven y abierta al soplo del Espíritu. Los seminarios están todavía llenos, como ocurría antes a los seminarios del viejo continente, si bien el contexto social y económico se encuentra en gran evolución.

Los 60 participantes en el curso provenían de distintas zonas de Asia: Pakistán, India, Malasia, Myanmar, Vietnam, Laos, Timor Este y Tailandia. Cada uno de ellos traía orientaciones culturales distintas, sin embargo el desafío de transformar en oportunidad de comunicación lo que parecía un obstáculo, fue aceptado por todos con alegría.

El inicio del trabajo fue precedido por una celebración eucarística que presidió Mons. Francesco Kovithavanij, arzobispo de Bangkok y responsable en la Conferencia episcopal local de los seminarios y la formación del clero.

Con el pasar de las lecciones y de los días, muchos captaron el testimonio de unidad de los animadores del Curso, comprometidos en primer lugar en vivir de forma coherente lo que enseñaban.

Don Silvestre Marques, director del Curso dijo que fue notable “la creciente comunión entre todos, de experiencias, de dificultades y las muchas preguntas en un clima de gran unidad y apertura”

Para Brendan Purcell, de la diócesis de Sydney (Australia), un fruto de esta atmósfera fue la profunda coparticipación: “En especial los que provenían de Myanmar y Vietnam contaron cómo su vida humana y sacerdotal había sido marcada por experiencias trágicas – asesinatos, muerte violenta de los padres –que se produjeron cuando eran muy jóvenes”

La segunda parte del Curso estuvo orientada a la forma de concretar la espiritualidad de la unidad, en las varias áreas de la formación. Mediante una dinámica de tipo laboratorio de experiencias, donde identificaron los desafíos más urgentes y asumieron el compromiso de concretar lo que aprendieron en los propios seminarios. “Estamos realizando un curso vital – así se expresó uno de ellos- en estos días estamos aprendiendo a poner en práctica la vida de comunión, con un beneficio directo para cada uno de nosotros pero también para las iglesias locales que representamos”

Después de tres semanas de vida transcurrida juntos y de una experiencia concreta de comunión, todos sin distinción dieron testimonio de la realidad “de familia” que se creó entre ellos y del deseo de continuar llevando adelante esta desafiante aventura, la formación y preparación de los futuros presbíteros, ya sea en Asia como en cualquier otra parte del mundo.

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