Desde hace varios años, Dominga, una voluntaria del Movimiento de los Focolares, de Valencia (Venezuela), administra un comedor popular para ancianos de su barriada.  La iniciativa nació para permitir que personas de la tercera edad, de escasos recursos, puedan tener una alimentación balanceada en un ambiente acogedor. Los ancianos llegan ya desde la mañana y pueden estar con personas de su edad, jugar dominó o ver televisión, pero, sobre todo, pueden estar en un ambiente donde se les da atención.

Dominga siempre está atenta a los ancianos que frecuentan el comedor y, cuando alguno deja de venir, va personalmente a visitarlo. A menudo lo encuentra en situaciones de abandono y sin posibilidad de moverse.

Últimamente los productos alimenticios para preparar la comida no llegaban con regularidad, de manera  que los ancianos quisieron ir a protestar contra el gobierno regional, y hacer presente que allí ellos no sólo reciben comida, sino que también son escuchados y amados personalmente.

Mientras tanto fue nombrada una nueva coordinadora del comedor. Apenas llegó, borró a algunos ancianos de la lista de beneficiarios del comedor, argumentando que cuando hizo la inspección ellos no estaban presentes y que se estaba pagando por personas que no recibían el servicio.

Empujada por el amor hacia estas personas, Dominga explicó con firmeza que los ancianos a los que se les quería quitar el servicio eran precisamente los más débiles y necesitados, porque tenían problemas graves de salud y por ende, ella entregaba la comida a sus familiares para que se las llevaran a su domicilio.

La lista de la coordinadora servía también para incluir a los ancianos entre los beneficiarios de una nueva pensión del gobierno nacional, por lo tanto, si los borraban, se cometía una grave injusticia.

En otra ocasión llegó al comedor un indigente que quería recibir comida. Naturalmente la comida se  podía dar sólo a quien estaba registrado, pero Dominga no podía  cerrarle la puerta en la cara. Escuchando la historia de Chiara Lubich y de sus primeras compañeras, aprendió que en cada pobre está Jesús. Entonces lo recibió en su casa, donde esa persona se pudo duchar y  le ofreció ropa limpia. Finalmente le dio de comer.

Cuenta Dominga: “Un día, dos señores estaban peleando entre ellos; trataba de tranquilizarlos pero no lo lograba. Recordé entonces una frase que había oído en la Iglesia: “Donde hay paz y amor allí está Dios”. Se las dije y enseguida hicieron silencio y se calmaron”.

En estas últimas semanas ha habido dificultades con los documentos de la Declaración de la Renta del comedor, que como asociación sin fines de lucro se tiene que hacer. El procedimiento es muy complicado. Pocos días atrás, una persona sensible, al saber lo bien que tratábamos a los ancianos en el comedor, ofreció su ayuda para tramitar esos documentos tan complicados, cada vez que fuera necesario.

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