Continuación de «La aventura de la Unidad»/Los inicios/2

Las muchachas que viven allí, pero también las personas que lo visitan siempre, advierten en esos meses un salto de calidad en sus vidas. Tienen la impresión de que Jesús realice entre ellas su promesa: «Donde dos o más están reunidos en mi nombre, yo estoy en medio de ellos». (Mt 18, 20). No quieren perderlo más, y hacen toda su parte para evitar que su presencia se desvanezca por su culpa. «Más tarde, mucho más tarde –precisará Chiara Lubich, se entenderá: es una reproducción, un germen sui generis, de la casita de Nazaret: una convivencia de vírgenes (muy pronto también de casados) con Jesús en medio de ellos». He aquí “el focolar”, ese lugar donde el fuego del amor calienta los corazones y sacia las mentes. «Pero para tenerlo con nosotros –explica Chiara a sus compañeras- es necesario estar dispuestas a dar la vida la una por la otra. Jesús está espiritualmente y plenamente presente entre nosotros si estamos unidas así. Él quien dijo: “Que sean también ellos una cosa sola en nosotros, para que el mundo crea”(Gv 17,21)».

En efecto, alrededor de Chiara y de las muchachas del focolar prosigue una serie impresionante de adhesiones al proyecto de la unidad que parece nuevo, si bien apenas se está delineando. Y no faltan las conversiones, las más variadas. Se salvan vocaciones en peligro, y surgen nuevas. De hecho, muy pronto –prácticamente enseguida- también muchachos y adultos se unen a las chicas del focolar. De ese período quedan especialmente en la memoria reuniones concurridas e intensas los sábados a las 3.00 de la tarde en la Sala Massaia. Allí Chiara cuenta experiencias del Evangelio vivido y anuncia los primeros descubrimientos que se convertirían posteriormente en la “espiritualidad de la unidad”. El fervor crece sin medida de modo que ya en 1945 alrededor de 500 personas –de todas las edades, hombres y mujeres, de todas las vocaciones y estratos sociales- desean compartir el ideal de las muchachas del focolar. Tienen todo en común, así como sucedía en las primeras comunidades cristianas.

Se lee en el Evangelio la frase: «Den y se les dará» (Lc 6,38). Estas palabras se transforman en experiencia cotidiana. Dan, dan siempre, las muchachas y sus amigos, siguen dando y reciben, reciben siempre, siguen recibiendo. ¿Queda un sólo huevo en casa para todas? Lo ofrecen a un pobre que viene a tocar la puerta. ¡Esa misma mañana, alguien les deja en el porche una bolsita de huevos! También está escrito: «Pidan y se les dará» (Mt 7,7). Piden muchas cosas por las múltiples necesidades, no tanto de ellas, sino de los hermanos en necesidad. Y en plena guerra llegan sacos de harina, latas de leche, frascos de mermelada, atados de leña, ropa. Frecuentemente, con el mantel más bello y la atención debida a personas recomendadas, se sientan a la mesa del focolar una focolarina y un pobre, una focolarina y un pobre…

El día de la fiesta de Cristo Rey de 1945, Chiara y sus compañeras se reúnen alrededor del altar después de la Misa. Se dirigen a Jesús con la simplicidad de quien ha entendido que es un hijo. Y le rezan: «Tú sabes la forma de realizar la unidad, el que todos sean uno. Henos aquí. Si quieres, úsanos». La liturgia del día las fascina: «Pídeme –recita el salmo- y te daré en herencia las gentes y en dominio hasta los últimos confines de la tierra ». Así, con simplicidad evangélica, piden nada menos que “los últimos confines de la tierra”: para ellas Dios es omnipotente. El comportamiento de las muchachas de la “casita” sorprende a quien las encuentra.

Todo esto no podía dejar indiferente a la ciudad, que entonces cuenta con pocas decenas de miles de habitantes, y mucho menos a la Iglesia trentina. Mons. Carlo De Ferrari entiende a Chiara y su nueva aventura y la bendi-ce. Su aprobación y su bendición acompañaron el Movimiento hasta su muerte. A partir de ese momento casi imperceptiblemente, se superan las fronteras de la región, invitadas a Milán, Roma, Sicilia. Por doquier florecen comunidades cristianas según el estilo de aquella surgida en Trento. Se llegará lejos.

1 Comment

  • E’ sempre bello e fa sempre bene ritornare ai primi tempi di questa divina avventua che affascina ancora oggi…. grazie per ricordarcelo

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