«La Navidad es el sublime misterio del amor de un Dios que tanto amó a los hombres que se hizo hombre. Como ha sido escrito, el misterio de la Encarnación es el documento de la inmensa caridad de Dios. Para abrazar en ella a todos, Él, que nació en una gruta, en medio del ganado, se puso debajo de todos: los pobres más pobres lo contemplaron debajo de su propia miseria.

Celebrar la Navidad quiere decir reavivar la conciencia del amor traído del cielo a la tierra por Jesús, y distribuido por Él con la vida y la palabra. Hoy tenemos una necesidad especial de reavivar –y limpiar- el término amor, porque la convivencia humana corre el riesgo de ser cada vez más triste en la medida que carece de amor. El amor coloca al hombre al nivel de Cristo. Efectivamente,  el bien (o el mal) hecho al prójimo será considerado en el juicio supremo, como hecho a Cristo.

Ahora, de la carencia de amor, es decir, de esta incapacidad de, amarnos entre nosotros, se destila el aburrimiento y la tristeza. Devolver hoy el amor a los hermanos quiere decir devolverles la alegría, la paz, la vida, y por esto la Navidad reaviva el gusto por la inocencia y la simplicidad, al redescubrir esa fuente de alegría que es Cristo en medio nuestro, como en el pesebre en medio de José, María y los pastores.

 

El Señor ha nacido para que nosotros renaciéramos. Él es la vida, y nosotros estábamos –estamos- en la tinieblas. Pero pasamos de la muerte a la vida si amamos a los hermanos. El compromiso cristiano exige heroísmo, sacudirse la mediocridad, vencer las presiones sociales.  Exige una vida en libertad, es decir, libertad del mal, de cualquier forma que éste se presente: debilitamiento de la fuerza física, fracaso financiero, desilusión en las relaciones humanas, desolación en medio del mundo…

Lo importante es no ceder,  aunque nadie te diga:“¡muy bien!”. Y otro pecho lleve las condecoraciones. Quizás algunos te llamen fanático o ingenuo. Tú tendrás que absorber toda la desolación que te asecha, con un hambre de Dios todavía mayor, y en esto encontrarás el estímulo.

Hay frases sencillas y profundas,  en la inmensidad de lo divino, que expresan esta tarea. Son frases de Jesús: “Ustedes son la sal de la tierra…”. “Ustedes son la luz del mundo…”. La sal da sabor a los alimentos disolviéndose en medio de ellos. La luz ilumina, como el silencio que penetrando, aclara.

La conducta del cristiano debe ser tal que pueda dar sabor (sal) a la vida (de lo contrario, no se encuentra el sentido de la vida); debe darle una dirección.

No se puede dejar de pensar en las miserias del mundo, producto en gran parte de la falta de amor…

El amor es la vida para el hombre. En Jesús está el Amor que, encarnándose en María, asume nuestra humanidad, y le injerta la vida de Dios».

Igino Giordani en: Città Nuova, 25.12.1967 – n.23/24

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  • NATALE

    Vorrei cogliere
    tutta la luce
    della tua cometa splendente
    e donarla
    a chi non ha pace,
    a chi al buio
    vive i suoi giorni
    con umiltà e speranza.

    Vorrei cogliere
    tutto lo splendore
    del tuo radioso viso
    e portarlo
    a chi non ha voce,
    a chi vive solo e disperato,
    ai piccoli
    sfruttati o abbandonati.

    Vorrei cogliere
    un piccolo raggio
    del Tuo Amore infinito
    e affidarlo
    alla voce del vento,
    perché dissipi l’odio e l’egoismo
    da ogni cuore
    dell’umana gente.

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