Chiara Lubich y el obispo Klaus Hemmerle. Sínodo de los Laicos, 1987.

«Klaus Hemmerle es una persona que trasciende el tiempo, porque no vivía él, sino Jesús en él. Por lo tanto hoy lo veo así como cuando estaba con nosotros. Lo veo como a otro Jesús, con todas las cualidades de su personalidad  bien definida, desde la sapiencia del justo a la sabiduría del elegido, veo el compromiso paterno y fraterno, decidido, con esa parte del pueblo de Dios que tenía confiada, veo la libertad de seguir un carisma del Espíritu Santo y esa característica propia suya, de ser artista. Porque era así».

Ante la pregunta sobre como era su relación con el Obispo Hemmerle, Chiara Lubich lo describe como «Una persona llamada por Dios a fundar, junto al fundador de una Obra Suya, una parte de ella. Por lo tanto era una relación única, que la puede conocer sólo quien la experimenta, caracterizada por una amistad especial, entretejida por la caridad de Cristo». Hasta el punto de definirlo como un “co-fundador”:  «Él me ayudó a realizar dos importantísimas expresiones del Movimiento de los Focolares: la rama de los Obispos amigos, animada por la espiritualidad de la unidad, y la fundación de la Escuela Abbá, destinada a traducir en doctrina la espiritualidad de la unidad, fruto de un carisma».

«Eran muchos los dotes que poseía e irradiaba. Cuando se piensa en él, a pesar de estar revestido de la dignidad sacerdotal y episcopal, es más fácil identificarlo con un ángel que con un hombre, por la sublime delicadeza de su alma, la libertad de espíritu, la inteligencia profunda e iluminada, el humor siempre igual, el ardor, sin llegar a exagerar,  y la firmeza si era necesario defender o proteger a alguien. Lo veía o lo veíamos como un modelo por su capacidad de estar desapegado completamente de sí mismo y de todo lo que a él se refería. Sólo después de su muerte, por ejemplo, supe de su talento hacia la música y la pintura.

Era un modelo en su constante tensión de amor hacia cada hermano o hermana que tenía cerca o todo lo que, para él, representaba la voluntad de Dios.

Modelo por su apasionado apego a la Palabra hasta, por ejemplo, llegar a vivir intensamente, durante cinco años, una Palabra al mes, para prepararse a la Escuela Abbá. De hecho, había conocido la experiencia que habíamos vivido con la Palabra al inicio de nuestro Movimiento antes  de que el Espíritu Santo nos donara intuiciones especiales, que resultarían preciosas después para estudiar el carisma».

Un grupo de obispos amigos de los Focolares.

¿A él le gustaba ser obispo?

«Una vez me contó confidencialmente que, humanamente, habría preferido seguir siendo teólogo, pero, pienso que al convertirse en obispo pudo ser realmente útil a la Iglesia, así como lo fue al Movimiento de los Focolares, ya que sumaba, a su sublime saber, la autoridad del magisterio eclesial, que para nosotros era una importante garantía».

De “Klaus Hemmerle, enamorado de la Palabra de Dios”, Wilfried Hagemann, Ed. Città Nuova, Roma, 2013, págs. 288-289.

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