La originalidad cristiana no consiste en el hecho de afirmar la existencia de Dios, sino de creer que «Dios es Amor».

Esto implica consecuencias muy importantes respecto de la concepción de Dios, ya que el amor supone relaciones, un yo que se da y un tú que recibe, cuya manifestación más plena se expresa en la reciprocidad de la comunión. Por lo tanto es la dinámica misma del amor que, al mismo tiempo que reconoce que «el Señor es uno solo» (Dt 6, 4), requiere que en Dios se encuentre pluralidad, alteridad, donación, acogida, reciprocidad… Por eso el Dios que presenta el cristianismo es no sólo don de sí, sino don en Sí.

Este es el motivo por el cual no puede soeprender que la fe cristiana afirme un solo Dios en tres Personas. Las relaciones de amor recíproco son constitutivas del ser y de la vida del Dios Uno y Único. ¿Cuáles son las características típicas de tales relaciones divinas unitrinitarias? Y, dado que el ser humano está hecho «a imagen y semejanza» de Dios (Gn 1, 26) y llamado a «participar de la naturaleza divina» (2 Ped 1, 4), ¿cuál es la importancia de vivir en los vínculos humanos y en todos los aspectos de la sociedad, el mismo tipo de relaciones que existen en el Dios unitrino? Intentar ofrecer alguna respuesta a estos dos interrogantes, decisivos no sólo para la fe cristiana sino para el futuro humano, será el objeto de este texto.

Datos del autor:

Cambón, Enrique, sacerdote católico argentino (dióscesis de Avellaneda, Buenos Aires). Doctor en filosofía y teología, y licenciado en Ciencias de la Educación. Docente en instituciones de América Latina y Europa. Autor de numerosos artículos y obras en varios idiomas, sobre temáticas teológicas, ecuménicas, catequísticas y sociales. Reside actualmente en Roma, donde forma parte de un grupo de estudios del Movimiento de los Focolares.

Grupo Editorial Ciudad Nueva – Buenos Aires

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