20140831-a«Trabajo como guarda de seguridad en una iglesia de Montevideo, y hace algún tiempo, al abrir la puerta, todas las mañanas me encontraba un chico mal vestido, que entraba en la iglesia con su mate, la bebida típica de estas tierras.

Sospecha y desconfianza fueron mi primera reacción, debido a su aspecto. Me decía: “¡Mientras no se meta a robar!”. Pero después de un tiempo,  recordé de la Palabra de Vida… Empecé a saludarlo y a hablar con él.

Me contó que no tenía casa. Un día viéndolo limpio y arreglado con ropa nueva, le pregunté si había encontrado un lugar dónde vivir. “No –me respondió- me baño en la plaza con el jabón que me dan en el Ministerio de Desarrollo Social.  No me gusta sentirme sucio”. Después me cuenta que es católico y que va a la Iglesia para ‘hablar con Dios’. Había hecho la primera comunión. Entonces le propuse que participara de la Misa y que hablara con el sacerdote. A partir de ese momento comenzó a participar diariamente.

Como me había engordado, tenía mucha ropa que me quedaba ajustada. “Quizás a él le podría quedar bien” – pensé. Entonces llené una bolsa y se la llevé. “¡Tanto! ¡No! –exclamó viéndola- Tengo necesidad de poco porque vivo en la calle”.

Seguidamente también otras personas de la comunidad empezaron a ayudarlo convencidos de que en el hermano está “otro Cristo”. De este modo el chico, que se había convertido en nuestro amigo, logró encontrar un buen trabajo (es un gran trabajador) y alquilar una habitación». J. B. (Montevideo – Uruguay)

«Hace algunos días cuando fui a hacer las compras, vi a una señora que revisaba en la basura seleccionando las cosas que encontraba. Me detuve y la miré. Ella respondió a mi mirada, diciéndome: “Los ricos tiran todas las cosas… pero éstas todavía sirven”. Y me hizo ver una olla comentando: “Es de buen material”. “¡Tienes razón! –le respondí maravillada por lo que había encontrado- Es una olla buena, se ve usada, pero es de ésas que son eternas”. Seguimos hablando: “…esto sirve para hacer budín y esto para colar…” y así seguimos conversando.

Me hizo ver una estampita de la Virgen que había encontrado en la basura, junto a una  pequeña imagen de la Virgen del Valle, una de esas muy antiguas Vírgenes de plomo. “Sabes ¿qué significa para mí? –le dije-. Que la Virgen está siempre contigo. Me respondió: “¡Sí! Dios y la Virgen están siempre conmigo y me acompañan siempre”.

Viendo entre los objetos encontrados las plantas que me gustan, quiso compartirlas y me invitó a tomar un ramito, después también otro… Regresando a casa las puse en agua para que echaran raíces para poder trasplantarlas. En mi corazón recé: “Gracias Jesús por haberte encontrado por la calle. Gracias por venir a visitarme. No te canses de buscarme hasta que no Te busque con decisión en las periferias”». T.S. (Córdoba – Argentina)

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