20140609-01Las tres historias que les presentamos nos abren un horizonte de vida completamente distinto a lo que estamos acostumbrados. No sólo la cárcel en sí misma, sino también la soledad, el abandono, la corrupción, la dificultad en acceder a los bienes de primera  necesidad. Ante esta realidad,  una oleada de vida que llega de parte de comunidades enteras, grupos de niños y de familias. Experiencias iluminadas por el Evangelio, y por una sola palabra: «Estaba encarcelado y me visitaste» (Mt. 25,37).

Kikwit. La primera visita a la cárcel, este año, fue la de las comunidades locales, todos juntos, aproximadamente unas 300 personas. «Luego de haber puesto en común nuestros bienes – escriben Jean Kuvula y Nicole – vestidos, zapatos, mandioca, maíz, verduras, pondu (verdura preparada con las hojas de la mandioca), jabón, sal, nos dimos cita en la entrada de la penitenciaría. El conjunto musical “Gen Unité” se había preparado bien para las canciones de la Misa. Apenas nos ubicamos, entraron los detenidos, por grupos. Después de la Misa, solemne y muy bonita, el director nos presentó. ¿El motivo de nuestra visita? “Queremos compartir con ustedes el momento doloroso que están viviendo, y decirles que Dios los ama. Nosotros rezamos por ustedes. Quisiéramos que estén seguros de que Jesús les permitirá salir de aquí y que no volverán a cometer nada malo”. Una vez repartida la ropa a quienes la necesitaba, las demás cosas las entregamos al director. Luego compartimos con ellos experiencias sobre la Palabra de Vida, con la propuesta de hacer llegar cada mes la hojita con la explicación de la Palabra de Dios. Muchos lloraban de la emoción. Agradeciéndonos, el director nos dijo que muchos de los presos están completamente abandonados».

También los y las gen 4 (los niños de los Focolares) de Kikwit, cada año, en la víspera del día de Navidad, tienen la costumbre de visitar a los presos de la cárcel central. «Los niños habían llevado ropa, zapatos, alimentos – escribe Jean – y era raro ver que había muchos zapatos para adultos, lo que demostraba que los padres apoyaban esta iniciativa. Un gen 4 tomó la palabra y explicó: “Tenía hambre y tú me diste de comer. Tenía sed y tú me diste de beber. Estaba preso y tú me visitaste. Es éste el motivo por el cual venimos aquí. Ustedes son Jesús a quien venimos a visitar”. Y otro gen 4: “Maman Chiara nos dice que tenemos que amar a todos y celebrar el cumpleaños de Jesús. Jesús mañana nacerá y él quiere consolarlos a ustedes que están sufriendo. Les dice que tienen que perseverar en Su amor y quiere que puedan salir. Jesús desea que se arrepientan y que no vuelvan a hacer cosas malas, para no volver a la cárcel”. Después de estas palabras hubo un gran silencio. Un detenido preguntó de dónde veníamos, y dijo que nunca había visto que tantos niños (alrededor de 200) en representación de todas las parroquias de Kikwit, fueran a visitar a los presos. El director, agradeciendo a todos los gen 4, dijo que Dios los había enviado, porque el día anterior ya no había nada que comer».

20140609-02En Goma, por otra parte, empieza  el proyecto de un comedor en la cárcel central.  André Katoto y Julie, responsables del lugar, cuentan: «Durante nuestra última visita a la cárcel central, en abril de 2014, descubrimos la falta de porciones regulares de comida. Los detenidos reciben alimentos de parte de sus familias y están autorizados a venderlos dentro de la penitenciaría, donde quedan esparcidos por el patio y en el suelo. Este método, tolerado por la dirección, justifica a las autoridades provinciales que no proveen la comida. Nació así la idea de crear un comedor en la cárcel, pero ¿cómo realizarla? Tratamos de comunicarnos con el Ministro provincial de Justicia. Lo encontramos por casualidad en el hospital. Ésta fue la ocasión para presentar nuestra idea como una solución duradera al problema de acceso a los bienes de primera necesidad. El ministro nos ha asegurado su apoyo y nos ha enviado donde dos de sus consejeros para estudiar la factibilidad. Ahora estamos esperando la apertura del comedor».

 

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