Reconciliación
Hace algunos años, mi madre y sus hermanos vendieron una propiedad. Uno de los tíos, insatisfecho por la parte recibida, se opuso a la venta de unas ruinas que habían quedado, y rompió su relación con los demás. Considerando absurdo este litigio que se armaba por tan poca cosa, fui a visitarlo con mi madre y le llevamos de regalo un libro sobre la familia con experiencias positivas. Con el tío litigante tratamos sobre todo de escuchar sus motivos, comprender los motivos de su rencor. Sólo pocos momentos antes de irnos, pude decirle algo sobre el valor de la paz en la familia. Para mi sorpresa se ofreció a llevarme en su auto hasta el ómnibus y, al saludarme, abrazó también a su hermana a quien antes ni siquiera había saludado. M. F. L. – Italia

No habría nacido
Los padres y las amigas la impulsaban para que abortara. Pero ella, joven madre, segura de poder contar con nosotros, se mantuvo firme y  así nació María, una niña lindísima pero delicada. Durante cinco meses, para completar sus estudios en el extranjero,  la confió a nuestro cuidado. A veces nos preguntábamos si habíamos hecho bien. Con ninguno de nuestros hijos nos tuvimos que despertar tantas veces durante la noche, ¡ninguno estuvo tan enfermo como María!. Pero  prevalecía un pensamiento: sin nuestra disponibilidad, María no habría ni siquiera nacido y su madre no se sabría dónde habría terminado. Cuando volvió, sus familiares la recibieron. Un año después se casó y ahora tiene tres hijos. F. Z.- República Checa

Solidaridad
Desde hace casi diez años estoy viviendo con mi papá debido a la evolución de su enfermedad. Ya no es más el negociante dispuesto siempre a las bromas con todos ni el abuelo orgulloso de sus nietos. Ahora él es una persona dependiente en todo de los demás. Después de mi inicial rebeldía, que veía todo lo negativo de la situación, me di cuenta de que su enfermedad movilizó mucha solidaridad. Aparecieron personas que vienen a acompañar a mi mamá, los parientes se volvieron más atentos y dispuestos…. Y luego está el acompañamiento de una cuidadora filipina que tiene una óptima relación con todos nosotros a tal punto que la consideramos como un integrante de la familia. Ella fue abandonada por su marido y venir a cuidar a mi papá le ha permitido mantener a sus tres hijos. N. B.- Italia

Un hilo de oro
Nuestros hijos recién habían terminado sus estudios superiores cuando, Michele, mi marido se enfermó gravemente. Él que era fuerte como una roca. Comenzó su calvario de postración e intervenciones quirúrgicas que lo debilitaban. Teniendo a Dios como nuestro único sostén, Michele y yo nos fuimos preparando al desapego ya cercano. En un momento de confianza entre nosotros, mientras el dolor lo atormentaba, me alentaba: «Eres una mujer maravillosa, nuestros hijos son afortunados al tenerte como madre» Y devolviéndome la alianza matrimonial, agregó: «Te quiero mucho, te quiero por siempre. Te ayudaré más cuando me haya ido». Cuando Michele murió es como si nos hubiera llevado con él; al mismo tiempo lo sentimos cercano a nosotros, vivo como nunca. Un hilo de oro une el cielo y la tierra. L.S.Italia

No comment

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *