geriatric_nursingCielo Lee, Young-Hee trabaja como enfermera a domicilio para un hospital en Seúl. En Corea, el porcentaje de suicidios de los ancianos que tienen más de 80 años, es el más alto del mundo. «Después de haber leído algunos datos, empecé a trabajar con mucho empeño para la prevención, porque el 50% de mis pacientes pertenecen a esta franja etaria». Luego de una experiencia negativa con una paciente fuertemente deprimida, Cielo Lee, decidió organizar un curso sobre prevención del suicidio dirigido a 100 educadores de los ancianos y otros 30 voluntarios que prestan sus servicios en las parroquias. “Visitando cada semana a unos 40 pacientes de alto riesgo, junto a otro colega evaluamos su estado anímico según parámetros sanitarios. Basándonos en los resultados, decidimos visitar 2 veces por semana a las 10 personas que se encontraban en una situación de mayor riesgo».

El proyecto “Gate-keeper” – que literalmente significa “guardianes”, pero también una especie de “guardaespaldas” – es uno de los servicios públicos promovido por el gobierno de Seúl. Se realiza en cada barrio de la capital para prevenir los suicidios con la estrecha colaboración de las estructuras sanitarias locales. «En este proyecto – explica Cielo Lee – brindamos formación también a los ancianos para que sean gate-keeper. Junto a los enfermeros, estos coetáneos van a visitar a los pacientes dando consejos útiles para su salud».

«Con el deseo de proteger la vida incluso de una sola persona, comuniqué la idea a una religiosa, enfermera jefe, de mi lugar trabajo y luego 60 de mis colegas enfermeras participaron en este curso de prevención».

Uno de los pacientes padecía una enfermedad grave desde hacía 10 años: «Visitando su casa – cuenta – antes de entrar rezaba y luego trataba de escuchar bien lo que él me comunicaba. Desde hace un tiempo este paciente se ha acercado a la oración y está recuperando condiciones estables».

Una amiga, después de haber perdido a su hijo mayor, sufría de insomnio. Lograba dormir sólo con la ayuda de fármacos. Pero, luego de haber asistido al curso, empezó a cuidar a una anciana sin familia que vivía cerca de su casa. Ahora logra dormir sin medicinas y agradece el hecho de poder ayudar a otros.

«Un día suena el teléfono» – sigue Cielo Lee en su relato. «Era del centro de salud mental donde trabajo. Me decían que el alcalde de Seúl le daría un reconocimiento a una persona en cada barrio y ¡además que mi nombre había sido propuesto por unanimidad!  Unos días más tarde recibí otro premio de parte del director del hospital».

Para los miembros del Movimiento de los Focolares en Seúl que participaron al curso fue, como ellos mismos escribieron, «una ocasión preciosa para profundizar en el conocimiento del misterio de la vida e ir hacia las periferias existenciales».

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