20150212-a El padre Mychayl Melnyk es un sacerdote greco-católico que vive la espiritualidad de los Focolares. Las páginas de la Revista Cittá Nuova nos han ayudado a seguir los acontecimientos de su amado y devastado país. Un año después del estallido del conflicto le pedimos que hiciera una lectura de lo sucedido.

«Desde la revuelta en el Plaza Maidan al conflicto en el sur-este ha pasado casi un año y hasta el momento hay un saldo de cinco mil muertos y más de un millón de refugiados. La guerra en Donbass ya lleva meses. La gente está muriendo, las estructuras están colapsando, cientos de miles de personas han escapado. En el mosaico de los territorios controlados por los ucranianos y los separatistas, en el caos de las bandas, en los comandos en guerra entre ellos, en los ejércitos mal armados y mal adiestrados, todo podría ser un efecto colateral de una guerra de todos contra todos».

Por todo esto, según el Padre Mychayl, hoy más que nunca Ucrania necesita una educación a la paz, en donde todos sean protagonistas: adultos y jóvenes, educadores y niños, padres e hijos: «Una pedagogía de paz sencilla, pero cautivadora, basada en la coherencia entre la teoría y la práctica, en los valores y las experiencias. Una educación para consolidar la cultura de la Paz, es la única que puede respetar y responder a las más auténticas exigencias de todos, en el arduo camino hacia la fraternidad universal en Ucrania».

Ante la pregunta sobre cuáles son los pasos necesarios que hay que dar en Ucrania, afirma: «Me permito responder con lo que Chiara Lubich dijo en Londres en el 2004: (…) se debería proponer a todos los actores políticos que formulen un pacto de fraternidad a favor de su país, que ponga el bien del mismo por encima de cualquier interés parcial, ya sea individual, de grupo, de clase o de partido. Porque la fraternidad ofrece posibilidades sorprendentes: permite apuntar siempre a valorar las exigencias que de lo contrario pueden llegar a convertirse en conflictos incurables. Armoniza, por ejemplo, las experiencias de las autonomías locales con el sentido de la historia común; consolida la conciencia de la importancia de los organismos internacionales y de todos esos procesos que buscan superar las barreras y alcanzan importantes etapas hacia la unidad de la familia humana».

La crisis ucraniana ha generado, después de la guerra de los Balcanes, la más grande ola de refugiados: más de 900.000 son sólo los desplazados dentro del territorio. «En la ciudad de Donetsk es imposible tener una vida normal. Los ancianos –testigos por segunda vez de los horrores de la guerra- mueren por falta de tratamiento médico o tienen que dejar sus casas. Muchos no reciben la pensión estatal. En las áreas controladas por los separatistas hay de todo en las tiendas y en las farmacias, pero no hay dinero. Los bancos y la oficina del correo cerraron».

¿Cómo reconstruir las casas, las calles y esos puentes que no son sólo los de las conexiones estructurales, para sanar esas heridas invisibles? «No es algo fácil. Brindar una ayuda psicológica a las poblaciones afectadas es más difícil que reconstruir una calle o mandar ayuda humanitaria. Ya desde hace algunos años los docentes del Instituto Universitario Sophia, en colaboración con el Dicasterio de Justicia y Paz, están haciendo cursos para formar a los jóvenes para que puedan dar su aporte como ciudadanos, para construir el bien común de Ucrania».

«Después de la ola de protestas y de la guerra, el país necesita estas “Escuelas de participación” que forman al compromiso civil y político, radicadas dentro de tejido ciudadano; lugares en donde se experimente una acción política basada en valores compartidos y nutrida por el ideal de la “fraternidad universal”. Ucrania, gracias a las manifestaciones de la plaza Maidan, se ha convertido en una auténtica nación, un pueblo que quiere construir su vida sobre los valores cristianos. Ahora se trata de transformar los valores vividos durante las protestas en la plaza en cosas concretas de la vida cotidiana; de hacerse cargo de las expectativas y de las necesidades más profundas del país, para no caer definitivamente en la apatía».

Las escuelas de Participación ofrecen, de hecho, modelos de interpretación y propuestas operativas dirigidas a difundir la cultura de la paz: «Uno de los principales desafíos para Ucrania es la situación de los emigrantes dentro del territorio, su integración a otras regiones de Ucrania, y la superación de las consecuencias de las hostilidades. Una formación basada en conocimientos y competencias flexibles, es lo que se necesita, para promover el diálogo intercultural e interreligioso, los derechos humanos, la mediación, la prevención y la resolución de conflictos, la educación a la no violencia, la tolerancia, la aceptación y el respeto recíprocos y a la reconciliación, son los objetivos que queremos plantearnos en el centro educativo para el futuro».

2 Comments

  • Unico modo duraturo e promuovere la cultura della fraternita’, della pace in una scala piu’ larga posibile tra i giovani e le persone mature. Una lavoro lungo e contanta pazienza. Questa situazione abbiamo vissuto nell’ultima querra nei paesi della exYugoslavia e continua ancora dopo tanti anni.

  • Io soffro con voi e prego perché si avvicina l’ora della fine dei conflitti. Leggendo le tue parole, mi viene da pensare : e se l’Ukraïna avesse come «disegno» di diventare un modello nell’educare alla pace e alla partecipazione ?
    Siate sicuri della preghiera e dell’unità. Agnès dalla Francia

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