20150304-01Revivir el dolor de los demás

«Nuestro hijo Mattia nació con graves problemas en las vías respiratorias, por lo cual sus primeros seis meses de vida los pasamos en el hospital. ¿Cómo expresar la angustia que sufríamos durante sus crisis o cuando los médicos no acertaban con el tratamiento adecuado para su caso? Sin embargo, no dudamos nunca del amor del Padre. Y esto lo logramos gracias al apoyo de nuestras familias y de muchos amigos. Superando la tentación de encerrarnos en nuestro problema, pudimos compartir las preocupaciones de los padres de los otros niños internados, relacionándonos con ellos en el misterio del dolor y de la fe. Ahora, Mattia está mucho mejor. Últimamente, la sección del hospital donde estuvo internado, nos propuso que integremos un grupo que reflexione sobre temas relacionados con los casos de los pequeños pacientes (es importante la voz de los padres en situaciones a menudo difíciles). Aceptamos esta invitación, aunque se trata de volver a vivir el dolor por el que pasamos»

M. y S. – Lazio – (Italia)

El dado del amor

«Mamá y papá no se llevan muy bien. A menudo se pelean. A veces ella no quiere ceder y se enoja. Para ayudarlos, aunque soy la más pequeña, se me ocurrió la idea de hacer en casa un juego que hacemos en la escuela: aprender a amarnos entre nosotros tirando un dado de cartón que tiene escrito seis frases sobre el amor. Como no tengo el dado, usé las páginas de un cuaderno y escribí las seis frases. Le pedí a mamá y a papá que jueguen conmigo. Cada uno tenía que tomar una hoja y hacer lo que leyeran en ella. Si no lo hacían, yo marcaría en un cuaderno la nota. A mamá le salió la hoja con el escrito “amar a todos” y a papá “amar a los enemigos”. JUgando conmigo volvieron a quererse»

D. H. Filippine

 

Una hija inesperada

«Nuestra hija Solange, enfermera de una clínica de Rio de Janeiro, se encontró un día a una chica que insistía que quería estar internada por lo menos hasta el momento del parto, pero no tenía ni documentos, ni plata para pagar la internación. Como nadie la escuchaba, Solange se dirigió al director de la clínica y a otros médicos, y finalmente la joven fue aceptada bajo su responsabilidad. Todo salió bien. Nació una preciosa niña, Bárbara. Pero días después, la madre desapareció, abandonando a la recién nacida. El director y los médicos responsabilizaron a Solange, de modo que, aunque si mi marido y yo no somos ya jovencitos, nos ofrecimos para recibir a Bárbara como nuestra quinta hija, con quince años de diferencia de nuestro último hijo»

A. Brasil

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