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El modo que el Apóstol Pablo tiene de comportarse, en su extraordinaria misión, se podría expresar así: hacerse todo a todos. Él, en efecto, trata de comprender a todos, de entrar en la mentalidad de cada uno, para lo cual se hace judío con los judíos, y con los no judíos – es decir, aquellos que no tenían una ley revelada por Dios – se hace como alguien que no tiene ley.

Él  se adhiere a las costumbres judías cada vez que esto sirve para salvar obstáculos, para reconciliar ánimos, y, trabajando en el mundo greco-romano, asume las formas de vivir y de la cultura, propias de este ambiente.

Y dice:

«Me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles  ; me he hecho todo a todos para salvar a toda costa a algunos»

Frente al apóstol se ha abierto como un abanico el gran horizonte de libertad, que ofrece el Evangelio de Cristo: la libertad del pecado, de la ley, de la muerte, del imperio de Satanás, de las barreras impuestas por las naciones, por las clases, por el sexo, por todo despotismo humano, por los tabúes de la comida y de las costumbres…

Pablo vive estas libertades en su mismo ser y se las ofrece con el Evangelio a las comunidades fundadas por él.

Sin embargo, en la libre realidad del cristianismo que él anuncia, advierte la exigencia, más aún, el imperativo de hacerse esclavo de alguien: de sus hermanos, de cada prójimo.

Él ve este imprescindible deber suyo en Cristo, que se dejó crucificar para llegar a cada hombre, donde quiera que esté, para hacerse servidor de todos.

Dios, encarnándose, se hizo cercano a cada hombre, pero en la cruz, se hizo solidario con cada uno de nosotros pecadores, con nuestra debilidad, con nuestro sufrimiento, con nuestras angustias, con nuestra ignorancia, con nuestros abandonos, con nuestros interrogantes, con nuestros pesos…

Pablo también quiere vivir así, y por eso afirma:

«Me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles  ; me he hecho todo a todos para salvar a toda costa a algunos»

El porqué de la vida que posees y de sus días es llegar a Dios. Y no llegar solo, sino con los hermanos. También hasta ti, cristiano, ha llegado una llamada de Dios semejante a la que tuvo Pablo. También tú, como el Apóstol, debes «ganar» a alguien, «salvar a toda costa a alguno».

Tienes a los que están junto a ti durante el día, a los que encuentras por la calle, con los que hablas por teléfono, para los que trabajas…

Ama a todos.

Pero esta vez prefiere a los más débiles. Hazte «débil con los débiles, para ganar a los débiles». Dirígete a los que flaquean en su fe, a los indiferentes, a los alejados, a quien se confiesa ateo, a quien desprecia la religión…

Si te haces uno con ellos, incluso en sus «debilidades», experimentarás el inefable método apostólico de Pablo: ¡los conquistarás!

¿Tienes una mujer que no ama absolutamente la Iglesia y le gusta estar horas y horas delante de la televisión? Hazle compañía, como puedas, cuanto puedas, interesándote por lo que más le gusta ver…

¿Tienes un hijo que ha hecho del fútbol su ídolo, desinteresándose por cualquier otra cosa, hasta olvidarse de cómo se reza?

Apasiónate por el deporte más que él…

¿Tienes un amigo al que le gusta viajar, leer, instruirse y ha echado al viento todo principio religioso?

Trata de comprenderlo en sus gustos, en sus exigencias y, si puedes, dale una mano…

Hazte uno, uno con todos; en todo, en lo que puedas, menos en el pecado. Si pecan, apártate.

Verás que el hacerse uno con el prójimo no es tiempo perdido; sino completamente ganado.

Un día –no muy lejano- ellos querrán saber lo que te interesa a ti.

Y, agradecidos, descubrirán, adorarán y amarán a es Dios que ha sido el resorte de este comportamiento cristiano tuyo.

Chiara Lubich

texto

audio en italiano

 

Fuente: www.centrochiaralubich.org

1 Comment

  • Grazie che avete messo sul internet la parola di vita scritta da Chiara, ci aiuta per approfondire di più le parole di Chiara. Grazie!

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