anita (300 x 300)A finales del 2012 tuve una experiencia muy fea. Estaba en la casa de un amigo con su familia y de repente 3 hombres violentos y armados entraron a la casa para robar. Nos golpearon y nos acostaron en el piso de la habitación de los padres. Después nos empezaron a interrogar y gritar “¿dónde está el dinero?” con las pistolas en nuestras cabezas… el papá de mi amigo empezó a decirle a uno de los ladrones que lo perdonaba pero que era no era la forma de hacer las cosas. El hombre se empezó a enojar y teníamos miedo que reaccionara e hiciera algo horrible al papá. Sorprendentemente, el ladrón en un momento se puso a llorar y empezó a pedir perdón. En ese momento, los otros ladrones ya se habían ido con el auto de la familia, pero este ladrón, que parecía ser el jefe, estaba todavía con nosotros. Increíblemente le preguntó al papá si había alguna cosa importante que necesitaba que le devolviera. El papá de mi amigo le dijo que se llevara todo, que iba bien, pero que si le podía devolver el auto, le hacía un gran favor porque lo necesitaba para trabajar. El ladrón prometió devolverlo, pidió perdón a cada uno de nosotros y se fue. El auto, media hora después fue encontrado intacto por la policía.

Para construir la paz, yo necesitaba perdonar, y aún si el ladrón me había pedido perdón, yo no sentía de hacerlo; mi parte no estaba completa. El hecho de sentirme impotente frente a una persona que puede acabar con mi vida o la vida de gente que quiero, sólo con un movimiento de su dedo, me hacía incapaz de perdonar. Y encima, frente a los ojos de mis amigos, ellos decían que yo tenía derecho a odiar, a estar enojada.

Necesitaba tiempo, pero sobre todo necesitaba hacer algo concreto para hacer mi parte para entender la raíz de tanta violencia, entender porqué una persona hace algo así a otra. Entonces decidí, con algunos amigos de Jóvenes por un mundo unido, empezar a ir a un hogar de hombres que no tienen techo. Queríamos, al menos, empezar a romper prejuicios, compartir con ellos sus dificultades y los dolores de ellos, que están en las periferias. No somos políticos y no podemos hacer un cambio gigante, pero como dice una de las chicas con la que vamos, Carolina, “yo creo que estos pequeños actos pueden servir para cambiar el mundo, o al menos, la realidad que me rodea. Quizás al inicio no sea visible pero uno ve las medidas de sus actos cuando el otro te lo hace notar”.

Los momentos compartidos con los hombres del hogar me ayudaron a entender las “razones” de la desesperación del ladrón. Gracias al haber conocido a estos hombres de la calle, especialmente a varios de ellos que alguna vez robaron, ahora sé que lo hicieron porque creían que era su último recurso. No sé qué haría yo si estuviera en su lugar, y sintiera que la gente hace como que no existiera, y nadie me respondiera, y nadie me mira directamente a los ojos, si literalmente no tuviera nada y a nadie le importara… entonces sentí que tenía que perdonar y cuando lo hice, sentí que estaba poniendo un ladrillo en la construcción de la paz de mi país.

Es simple, todos los sábados jugamos juegos, tocamos la guitarra o vemos un partido de fútbol (de hecho la Copa del Mundo fue genial) incluso jugamos al fútbol juntos, a veces cenamos juntos y nos conocemos más, nos cuentan sus historias que son increíbles; son hombres que necesitan fuerza para perdonar a otros y perdonarse a sí mismos, pero más que nada, necesitan recomenzar sus vidas. Un grupo de especialistas los ayuda a progresar, pero nuestro rol como JxMU es otro, como dice uno de mis compañeros, Francisco: “nosotros crecemos con ellos y nunca dejamos de hacerles sentir nuestro cariño, que es siempre mutuo”.

En diciembre de 2013, la policía de mi ciudad hizo huelga y mucha gente enloqueció y empezó a saquear negocios y tiendas e incluso vaciaron un depósito de una ONG que recogía comida para los necesitados. Muchísima gente fue violentamente robada y tanta empezó a defenderse junto a los vecinos, fue un día de guerra entre la gente. Al día siguiente, después de una caótica noche, con los JxMU decidimos espontáneamente ir a limpiar la ciudad, especialmente el centro que es donde había más cenizas y suciedad; además de recoger comida para la ONG. Lo dijimos en todas las redes sociales, avisamos a algunos medios y a nuestros amigos: empezamos siendo 15 de nosotros y terminamos siendo más de 100 (y la gente que llevó comida fue incluso más).

Nos dimos cuenta que el noticiero de la TV, esa noche, tenía una noticia positiva de la que hablar, gracias a nuestra acción (porque los medios vinieron a cubrir nuestros hechos) y muchísima gente lo vio. Pero esa no fue la única “noticia positiva”, porque gracias a la comida que juntamos, un jardín de infantes de un barrio pobre, pudo dar de comer a los niños que asistieron ese día. El jardincito se llama “Rincón de luz”.

A partir de ahí, un grupo de JxMU no quiso terminar. Mientras algunos seguíamos yendo al asilo de hombres, otros decidieron empezar a ir al jardín de infantes para empezar un proyecto. Primero celebraron Navidad con ellos, hicieron un pesebre viviente y recogieron regalos para llevarles. Después empezaron a hacer un proyecto para mejorar la estructura del edificio que es muy pobre. Mientras tanto, sufrieron el robo de algunos materiales de construcción y entonces todos los JxMU con ayuda de familias, amigos y compañeros de la Universidad y del trabajo, ayudamos a hacer y vender tartas para juntar dinero para recuperar los materiales. Después todos ayudamos a recoger material didáctico, juguetes y cortinas para las ventanas del jardín, para que fuera más lindo el espacio para los chicos.

Una de las cosas más lindas es la que dice Caro, la joven por un mundo unido que lidera el proyecto: “la relación entre nosotros, los niños, las mamás, las maestras y el barrio ha crecido tanto que se convirtió en nuestra familia, donde compartimos nuestras necesidades. Una de las maestras, por ejemplo, está embarazada y me pidió ayuda porque no podía comprarse el cochecito para el bebé. Después de compartir la necesidad con mis compañeros de trabajo, una de mis colegas decidió darle uno que tenía en su casa que, además de estar en óptimas condiciones, lo más bello fue que decidió ir ella personalmente a llevárselo”.

Han organizado talleres de higiene personal y de huerta, también festejaron la Navidad juntos el año pasado, con nuevos juguetes donados por una parroquia de una pequeña ciudad cercana a la nuestra. El próximo proyecto es construir baños y mejorar el cableado eléctrico.

Como dijo mi amiga Caro, “el amor contagia. El amor despierta el amor. El amor se reproduce en los corazones, “nos hace llorar” con el hermano -como nos dijo el Papa en Filipinas-. “Rincón de Luz” me dio la posibilidad de soñar grandes cosas y creer que tenemos todas las manos necesarias al lado nuestro, en nuestros ambientes de relación: familia, trabajo, universidad, amigos, etc. para llevarlas a cabo. Basta dar el primer paso”.

2 Comments

  • Obrigado, Anita, pela sua vida! O perdão com reconciliação é a expressão máxima do amor, fruto da fantástica e dificílima virtude da humildade que nos permite viver a misericórdia. Travo sempre uma luta – diria titânica – dentro de mim procurando ser misericordioso com os outros e talvez seja por essa razão que me comove sempre experiências de perdão com ações concretas como essa de Anita. Laudato sii, mi Signore!

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