Africa 1«Soy africano y estoy estudiando en el norte de Italia. Hace algún tiempo leí en una revista, un artículo, en el cual el autor decía que una “noche” está penetrando en la cultura occidental en todos sus ámbitos, llevando a la pérdida de los auténticos valores cristianos. Sinceramente no había entendido mucho el sentido de este escrito, hasta que me sucedió una cosa que me hizo abrir los ojos. Era un sábado por la tarde. Algunos chicos, vecinos de mi casa, me propusieron que saliera con ellos para transcurrir la velada juntos. Querían hacer algo diferente. Éramos seis o siete. Para iniciar, fuimos a bailar a un local.

Al principio me estaba divirtiendo, yo tengo la música en la sangre y sé bailar bien. Pero muy pronto me di cuenta de que a mi alrededor algunos bailaban sin tener ningún respeto ni hacia sí mismos ni hacia los demás. No bailaban para divertirse sino para pasar mensajes ambiguos. Dentro de mí advertí una voz sutil que me decía que tenía que ir contracorriente y bailar con dignidad y por amor.

Después de algunas horas, mis compañeros me propusieron que fuéramos a otro local. Confié en ellos, a fin de cuentas eran mis amigos, y acepté. Entramos en el otro local. Y enseguida me di cuenta dónde estábamos, por la música a todo volumen, las luces psicodélicas y el olor agrio que me llegó a la nariz. Me quedé atónito. Ésta no era una discoteca normal, aquí las chicas se prostituían.

Me sentía muy enojado y desilusionado. Sin decir una palabra di media vuelta y salí del local.   Uno de mis amigos me siguió. Me insultó y me dijo que era un retardado. No le respondí nada.. Pocos minutos después salió otro, esta vez no para insultarme sino para darme la razón. Finalmente otro amigo salió del local y también él me dio la razón. Me quedé sorprendido, se había creado una cadena contracorriente. Sin hablar ni de los ideales cristianos en los que creo, ni de Dios, los otros me vieron y entendieron.

Pasaron algunos meses. Ya no había vuelto a pensar en ese episodio. Un día un chico, que había estado con nosotros esa noche, vino a visitarme. Me dijo que se había arrepentido y que ya no quería frecuentar más ese tipo de locales. Me quedé sin palabras. Evidentemente Jesús había estado trabajando en su corazón.

Esta experiencia me ha ayudado a entender más radicalmente la necesidad de arriesgarme y de decir ‘no’ a ciertas propuestas del mundo, porque es nuestro testimonio el que le llega a las personas, aunque a veces no nos damos cuenta».

(Yves, Camerún)

 

De “Una buona notizia, gente che crede gente che muove”, Chiara Favotti, Ed. Città Nuova 2012

 

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