20160204-01La señal del cielo

En la consulta con el médico, escuché por casualidad a una señora, embarazada de su cuarto hijo, que le decía a la secretaria que no podía tenerlo, debido a sus condiciones económicas. «Dios lo va a tener en cuenta», concluía. No pudiendo quedar indiferente ante esta noticia, enseguida la comuniqué a mis amigos más cercanos y juntos decidimos hacer una colecta entre nosotros. Después fui a ver a la secretaria del médico para pedirle que le entregara ese dinero a la señora, sin decirle quien lo había llevado. Mientras tanto confiábamos todo a Dios. El tiempo pasaba sin saber el resultado. Pero alguien de nosotros se había dado cuenta (vivimos en un pequeño pueblo donde todos nos conocemos) que la barriga de la señora iba creciendo. Finalmente nació un lindo niño. Pasado un año recibí el agradecimiento de esa señora, que se había dado cuenta del origen del dinero recibido: «El día antes del aborto le había pedido a Dios que me hiciera comprender si estaba haciendo lo correcto. Esa misma noche vino la secretaria del médico con el sobre de ustedes. Para mí fue una señal del cielo». (R.- Italia)

La plancha

Corina necesitaba una plancha. Mi primer pensamiento fue el de confiar esta necesidad a la providencia de Dios. Más tarde una señora me invitó a una comida organizada por la parroquia. Las cosas que había que hacer en ese día eran tantas y hubiera querido responderle que no. Pero luego, para complacerla, acepté. Me encontré tomando el café entre señoras casi todas mayores que yo, que estaban felices de tener entre ellas a una persona más joven. Allí me encontré con una conocida: había comprado una plancha muy pesada para ella y me preguntaba si conocía a alguien que la precisara. Feliz, enseguida me acordé de lo que había pedido en la oración. (I. – Suiza)

Mientras esperaba el tren…

Traicionado por las personas que quería, abandoné a mi familia yéndome a vivir solo. Tenía una gran depresión y traté varias veces de quitarme la vida. La última fue en una pequeña estación de trenes. Mientras esperaba el primer tren para tirarme debajo, una religiosa me alcanzó en el andén y me convenció para que desistiera. Luego se preocupó por mí haciéndome conocer una comunidad de recuperación, que me recibió con los brazos abiertos. En el primer tiempo sin embargo, yo rechazaba el amor que me daban por culpa del odio que tenía dentro. No quería que me hablaran de Dios, sin embargo uno de ellos me convenció para que leyera la Biblia. Poco a poco la dureza de mi corazón desapareció y comencé a creer. Pasaron ya algunos años y aprendí a perdonar, a amar al prójimo, a tener paciencia… Ahora he restablecido la relación con mi familia, tengo trabajo, una casa, estoy sereno. Nada sucede por casualidad… ¡Doy gracias a Dios que me hizo conocer su inmenso amor! (C.- Italia)

2 Comments

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *