60_Chiara(…) «El que de ustedes esté sin pecado, sea el primero en tirarle una piedra” (Jn. 8,7). Lo dijo Jesús a quienes querían lapidar a la adúltera.
El punto central de los mandamientos de Jesús es siempre el amor. Por eso, Él no quiere que nosotros, cristianos, condenemos; de hecho advirtió: “No juzguen”, y proclamó: “Bienaventurados los misericordiosos”. Jesús quiere la misericordia.
De su Palabra, sin embargo, podría deducirse que alguno podría arrojar la piedra: el que esté sin pecado.
No se trata de nosotros, de ninguno de nosotros, ya que somos todos pecadores.
Pero hay una criatura sin pecado. Lo sabemos: es la Madre de Dios.
¿Pero podría María arrojar la piedra contra alguien que ha errado? ¿Lo hizo alguna vez en su vida? Conocemos a nuestra Madre, sabemos lo que la Escritura afirma, lo que la Tradición transmite, cuál es el pensamiento del Pueblo de Dios respecto a Ella: María es amor hacia todos los hombres, es misericordia, es abogada de los más desgraciados.
A Ella han siempre recurrido y recurren innumerables cristianos cuando han tenido la impresión que la justicia de Dios les amenazaba.
María no arroja piedras. Antes bien, nadie como Ella, después de Jesús, difunde amor.
Difunde amor: ¿Por qué?
Porque es Madre. Una madre sólo sabe amar.
Y el amor de una madre es tal porque ama a los propios hijos como a sí misma, porque realmente hay algo de sí misma en sus hijos.
También nosotros debemos encontrar algo de nosotros mismos en los demás. Tenemos que ver a Jesús tanto en nosotros como en nuestros hermanos.
¿Por lo tanto, cómo actuaremos?
Pues bien: frente a cada prójimo, en casa, en el trabajo, por la calle, con aquél de quien estamos hablando, con las personas con las que hablamos por teléfono, con aquellos para cuyo bien realizamos nuestro trabajo…, ante cada uno, en estos días, debemos pensar sencillamente: debo comportarme como si fuera su madre. Y obrar en consecuencia.
Una madre sirve, sirve siempre. Una madre perdona, perdona siempre. Una madre espera, espera siempre.
«Como si fuera su madre»: éste es el pensamiento que debe predominar en los próximos días».

Chiara Lubich, Rocca di Papa, 3 de marzo de 1983

Fuente: Centro Chiara Lubich

 

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