«Las palabras del Evangelio de Juan, y no sólo las de él, siempre convergen en la frase que para mí, ya desde hace mucho tiempo, tiene un significado profundo e infinito: «Que todos sean una sola cosa, como tú Padre estás en mí y yo en ti, para que el mundo crea» (Jn 17, 21). Es así que debemos vivir.

[…] La Unidad de la Iglesia, la unidad con aquéllos que se encuentran fuera de los límites de nuestra Iglesia católica-romana, la unidad entre todos aquellos que se reconocen en la fe del único Dios, el Viviente, y por lo tanto con los judíos y los musulmanes. Esta unidad entre la Iglesia y la sociedad por la cual una no está al lado de la otra de forma paralela ni tampoco se opone a la otra, sino al contrario, Iglesia y sociedad entran en una relación recíproca, poniendo en luz que la unidad que Dios dona es la levadura para la sociedad, es la levadura que libera al hombre. Es la unidad la que hace al hombre plenamente hombre, porque él puede ser hombre plenamente solo allí donde Dios tiene derecho a ser Dios plenamente, y por lo tanto puede donarnos todo lo que quiere donarnos. Y Él no quiere donarnos nada menos que Su íntimo misterio: la unidad trinitaria.

Pero esto no es un simple programa, porque sólo con programas no se avanza mucho. Debe más bien convertirse en vida […]. También yo debo comenzar a vivir esta unidad. Y por este motivo confío en el hecho que todos ustedes queridos hermanos y hermanas puedan ayudarme, y que podamos hacerlo juntos en reciprocidad».

Mons. Klaus Hemmerle

 

Fuente: W. Hagemann, Klaus Hemmerle innamorato della Parola di Dio, Città Nuova, Roma 2013, pp. 337-338

 

 

 

 

1 Comment

  • Muchas gracias por publicar este artículo. De alguna manera ustedes nos están ayudando a convertir en vida esta dinámica nueva.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *