20160414-aLuego de dos Sínodos sobre la familia, con Amoris Laetitia llega por fin el pronunciamiento del Papa. De este Papa. El Papa de la misericordia, que ha sido aprobado también por los que afirman que ‘cerraron’ con la Iglesia, o que no creen en absoluto. La reciente exhortación, de más de 100 páginas, responde a las expectativas tanto de quienes esperaban  un cambio – muy evidente por el aspecto pastoral, mientras que el plano doctrinal se mantiene invariado – como  quienes están más vinculados a la tradición. Una mano extendida hacia todos, también hacia quienes se encuentran en situaciones así llamadas ‘irregulares’. Para el Papa Francisco “ninguna familia es una realidad celestial y confeccionada de una vez para siempre, sino que requiere una progresiva maduración de su capacidad de amar” (AL 325). De manera que vemos casi derrumbarse la tendencia a distinguir entre ‘regulares’ e ‘irregulares’ para subrayar que nadie está condenado y excluido sin remedio. La apertura más significativa de Amoris Laetitia es seguramente la que se refiere a los divorciados en nueva unión, para quienes se prevé una trayectoria de crecimiento en la capacidad de discernimiento, acompañados por pastores o, como también se menciona, por “laicos que viven entregados al Señor” (AL 312) conscientes de estar llamados a “formar las conciencias, pero no a pretender sustituirlas” (AL 37). Una trayectoria que en ciertos casos, como se dice en la nota 351 de la exhortación, podría desembocar también en el acceso a los sacramentos. Porque, remarca el Papa, la Eucaristía “no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles”.

Si bien la ‘apertura’ hacia los que se han vuelto a casar, es lo que llama la atención de los medios de comunicación, el mérito del documento va más allá en los capítulos 4 y 5, que se refieren a la belleza de la familia que se basa en el designio trinitario y que se alimenta de esa caridad de la que habla S. Pablo en Cor 1,13. Como tal vez nunca antes, se presenta aquí la centralidad de la vida de pareja: “Es el encuentro con un rostro, con un ‘tú’ que refleja el amor divino y es el el bien mayor. O  como exclamará la mujer del Cantar de los Cantares en una estupenda profesión de amor y de donación en la reciprocidad: ‘Mi amado es mío y yo suya. Yo soy para mi amado y mi amado es para mí’” (AL 12-13).

«… con frecuencia presentamos al matrimonio de tal manera que su fin unitivo, el llamado a crecer en el amor y el ideal de ayuda mutua, ha quedado opacado por un acento casi excluyente en el deber de la procreación» (AL 36). Una expresión casi autocrítica, que manifiesta la intención de valorar el eros inscrito en las criaturas, mostrando el matrimonio en su realidad concreta de « combinación de gozos y de esfuerzos, de tensiones y de descanso, de sufrimientos y de liberaciones, de satisfacciones y de búsquedas, de molestias y de placeres» (Al 126). Se pone de relieve cada momento de la vida cotidiana, superando la contraposición entre sagrado y profano, entre evento el solemne y el insignificante, porque no hay nada secundario ante los ojos del amor y de la fe.

El Papa tiene en cuenta también el hecho de que las expectativas de vida se han incrementado y los cónyuges deben “volver a elegirse una y otra vez” (AL 163), en una continua regeneración y cambio de los registros del amor: «No podemos prometernos tener los mismos sentimientos durante toda la vida. En cambio, sí podemos tener un proyecto común estable, comprometernos a amarnos y a vivir unidos hasta que la muerte nos separe, y vivir siempre una rica intimidad» (AL 163).

¡Gracias Papa Francisco! Sentíamos la necesidad de una mirada de la Iglesia que sigue presentando a los esposos el ideal alto y jamás alcanzado de la armonía trinitaria. Así como de una mano fraterna, la Iglesia, que se hace próxima a todos, sin descartar a nadie.

 

2 Comments

  • Amoris Laetitia es clara. Conserva la verdad objetiva pero respeta la solución de conciencia bien formada y avalada por la doctrina moral. Donde se abre una puera grande es para aquellos que tienen -como decía San Pablo II, y lo recuerda el mismo Francisco, recordando a su antecesor- tienen la íntima convicción de que su primer matrimonio fue nulo y no lo pudo probar, o por ignorancia del Derecho Canónico , o por falta de colaboración del otro cónyuge, no interpuso la demanda pertin e

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