20160424-01«Habíamos dicho que queríamos ver sólo a Jesús en el hermano, tratar con Jesús en el hermano, amar a Jesús en el hermano, pero ahora nos viene el recuerdo de que ese hermano tiene tal o cual defecto, o tiene esta o aquella imperfección.

Nuestra mirada se complica y nuestro ser deja de estar iluminado. La consecuencia es que se rompe la unidad y nos equivocamos.

Quizás ese hermano, como todos nosotros, haya cometido algún error, pero ¿cómo lo ve Dios? ¿Cuál es en realidad su condición, su verdadero estado? Si está arrepentido ante Dios, Dios ya no recuerda nada, porque todo lo ha borrado con su sangre. ¿Por qué, pues, hemos de recordarlo nosotros?

¿Quién está en el error en ese momento?
¿Yo, que juzgo, o el hermano?
Yo.

Entonces, he de ponerme a ver las cosas con la mirada de Dios, en la verdad, y tratar al hermano de tal manera que, si por desgracia no hubiese vuelto aún al Señor, el calor de mi amor, que es Cristo en mí, lo lleve al arrepentimiento, como el sol que reabsorbe y cicatriza tantas llagas.

La caridad se mantiene con la verdad, y la verdad es misericordia pura, de la cual hemos de estar revestidos de pies a cabeza para poder llamarnos cristianos».

Fuente: Chiara Lubich, en La doctrina espiritual, Ciudad Nueva, Madrid 2006, pág. 139

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