Chiaretto2«A aquéllos que ya se han donado a Dios con toda su mente, con todo su corazón, con todas sus fuerzas e incluso por encima de sus mismas fuerzas, en cierto momento Dios les pide que se lo elija una segunda vez.

La primera vez habíamos entendido que a Dios había que amarlo por encima de todo. Pero si se pudiera seccionar esa elección nuestra, nos encontraríamos que en realidad contenía un 30% de amor de Dios, un 30% de hastío por la mediocridad y vacío en el que vivíamos, un 15% de alegría y de entusiasmo por el hecho de habernos donado a una causa tan hermosa y santa, para alguno quizás un 10% de remordimiento por los pecados cometidos en el pasado… (…)

En realidad, es prácticamente imposible que la primera vez que  elegimos a Dios seriamente, lo hayamos hecho con un amor total y pleno. Pero desde el momento en que entendemos que la perfección consiste sólo en la caridad, todos aquellos motivos secundarios que al principio nos ayudaron porque venían acompañados por nuestra buena voluntad y por nuestro deseo de amar a Dios, poco a poco salen a flote y nos molestan. Es lógico que salgan a flote, pues ya estaban allí anteriormente, como cizaña que ha crecido junto con el buen trigo, como dice el Evangelio de Mateo. Se trata de pequeños apegos, de defectos, de actitudes que no son en realidad  santidad auténtica, porque no construyen el Reino de Dios sino que nos molestan a nosotros y a los demás. Quizás no son siquiera pecados veniales, pero no son tampoco amor puro.

¿Qué tenemos que hacer en ese momento? Una nueva elección de Dios. Es decir, querer que el motivo de toda nuestra vida sea solamente el amor de Dios, el amor puro, y ninguna otra cosa en absoluto. (…)

Hay que hacer un salto de calidad: elijo amar a Dios por Dios, no por lo que siento, no por los frutos que produce  sino por Él mismo, para responder con mi amor personal al Amor personal que Él tiene por mí. Debo encontrar en esta unión con Dios el motivo de mi existir, de mi vida cotidiana.

Cuando se llega a tener esta relación con Dios, se llega a ser personas libres, no condicionadas. Cualquier cosa que suceda, cualquier calumnia, dificultad, preocupación, motivo de amargura, nada altera esa paz, porque se vive insertados en Dios. Y se encuentra en Dios esa unidad, esa alegría, esa serenidad que sólo el amor de Dios puede dar. (…)

Lo cierto es que la elección de Dios hay que renovarla siempre. Quizás se nos pedirá una tercera elección y después seguirán otras , porque la vida en Dios es siempre nueva, inagotable y llena de sorpresas».

Pasquale Foresi

Fuente: Pasquale Foresi, Colloqui, Città Nuova Editrice, 2009

No comment

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *