Después de participar en la memorable JMJ de Cracovia, 67 cardenales y obispos amigos del Movimiento de los Focolares, de 27 países de 4 continentes, se reúnen en Braga, en el norte de Portugal, del 2 al 10 de agosto de 2016. Un encuentro que se repite desde 1977 y que por primera vez se realiza en la tierra lusa, cerca del Santuario de Nuestra Señora de Sameiro, por invitación de Mons. Jorge Ortiga, arzobispo de Braga.

Moderado por el cardenal Francis Kriengsak, arzobispo de Bangkok, Tailandia, el encuentro tiene como fin profundizar en la comunión fraterna entre los obispos presentes a la luz de la espiritualidad de la unidad que anima a los Focolares.

El tema central del encuentro será el misterio de Jesús en la cruz que grita: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mc 15,34), llave para encontrar y abrazar las heridas del mundo de hoy y que será también el tema para todo el Movimiento durante 2016/2017. Maria Voce, presidente de los Focolares, presente en el encuentro, ofrecerá algunos aspectos sobre el tema. También estará presente el co-presidente Jesús Morán y algunos consejeros centrales para un intercambio sobre la vida del Movimiento de los Focolares. Otros temas de reflexión y de trabajo – con los aportes específicos de teólogos, políticos y otros miembros de los Focolares – sobre la actual situación mundial, la reforma de la Iglesia en la huella del papa Francisco, el ecumenismo.

Una invitación a los obispos de la Conferencia Episcopal Portuguesa para el día 9 de agosto será, para los que puedan asistir, la ocasión para un intercambio fraternal de experiencias y de conocimiento recíproco, enriquecida por la presencia de obispos de las diócesis de muchas partes del mundo

Una peregrinación a Fátima con el fin de encomendar a María la propia vida y misión, en aquella que se conoce como la tierra de Santa María, sellará el encuentro.

Los congresos de los obispos amigos del Movimiento de los Focolares comenzaron en 1977 por iniciativa de Mons. Klaus Hemmerle, obispo de Aquisgrán, Alemania. Fueron aprobados y apoyados desde el principio por la Santa Sede para promover la colegialidad «efectiva y afectiva» entre los obispos en un espíritu de comunión y fraternidad.

Fuente: Nota de Prensa

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