Reconciliation by Josefina de Vasconcellos at Coventry CathedralLa Palabra de vida de este mes nos invita a no responer a la ofensa que recibimos con una nueva ofensa sino – como sugiere Chiara Lubich – «con un acto de voluntad y lucidez, por lo tanto de libertad, recibiendo al hermano así como es, a pesar del mal que nos hizo, como Dios nos recibe a nosotros pecadores, a pesar de nuestros defectos». Algunos breves testimonios:

Aquel muro se derribó
«Viví una niñez y una juventud muy triste, a tal punto que no conservaba ni siquiera un recuerdo positivo. Incluso cuando me casé, las relaciones con mi familia de origen me dejaban siempre una profunda amargura; eran sólo críticas y desprecio. No fue fácil olvidar, pero traté de vivir las palabras del Evangelio: dar sin sin esperar la recompensa. Un día mis padres vinieron a pasar las vacaciones con nosotros. Decidí darles gusto sin esperar nada a cambio. Le di un beso a mi madre, algo que no sucedía  desde mi infancia. Ella me abrazó y le saltaron las lágrimas. Sentí que el muro que nos dividía se derrumbaba. Y papá, el día de su cumpleaños, quiso que pusiera su música preferida y que bailara con él. ¡Fue una gran conquista lograr esta armonía con mi familia!» (Margherita . Suiza )

Una pelea que terminó dulcemente
«Cuando estaba en la casa de mi hermana supe que mis padres se habían peleado. Desde hacía tres días no se hablaban y papá rechazaba comer la comida que mi mamá preparaba. Cuando llegué a casa, enseguida advertí una atmósfera pesada. Sin hacer preguntas, me puse a servir concretamente adelantando algunos trabajos; en la primera ocasión en que me encontré a solas con mi padre, traté de que me dijera qué había pasado. Se abrió conmigo y así también yo le pude decir mi compromiso en tratar de vivir las palabras de Jesús. Cuando mencioné el perdón del cual Jesús nos dio el ejemplo, se puso más atento. Al final nos pusimos de acuerdo en que cuando volviera mamá a casa la iba a escuchar atentamente. Desde la ventana de la cocina vi la escena de ella que volvía y de mi padre que le preguntaba dulcemente cómo le había ido en el trabajo» (P. F. – Camerun)

Un simple “hola”
«Existían desde hacía algún tiempo algunas incomprensiones entre mi hermana y yo, a tal punto que no nos saludábamos más. Un día decidí dar el primer paso para reconciliarnos. Pero no era nada fácil: yo era el hermano mayor, tenía mi dignidad…. Después de una noche agitada, de mañana en la cocina le dije “hola”, pero tan bajito que ella no escuchó. Armándome de coraje, repetí con más fuerza el “hola”. Ella se quedó sorprendida y enseguida hicimos las paces. Fue tal la alegría y el sentimiento de liberación que experimenté, que me puse a canturrear» (Dolfi – Italia) 

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