holding-hands-752878_960_720La presidente de la clase
Desde que escuché hablar en forma nueva de Dios amor, ya no pude molestar en la escuela, ni rayar los pupitres. El profesor se dio cuenta de mi cambio y me nombró presidenta de la clase. Pero ahora para mí es difícil acusar a mis compañeros que se portan mal porque trato de ver a Jesús en ellos y no me gusta que los castiguen. Un día, dado que yo no lo hacía, otro compañero fue a acusar a tres de nosotros. Para evitarles el castigo convencí al profesor de que los pusiera a limpiar el aula y, cuando terminaron las clases, también yo me puse a ayudar a mis compañeros. Desde entonces, el ambiente en la clase está mejorando.    (Victoria – Uganda)

Colecta de fondos
Me enteré de la situación de una familia numerosa y pobre, el papá tenía necesidad de una operación urgente, pero no tenía con qué costearla, sentí el llamado de Jesús a hacer algo y con algunas amigas me comprometí a hacer una colecta de fondos, en la que se involucraron también los colegas del trabajo. Una vez que alcanzamos la cifra necesaria, acompañé al enfermo al hospital y pagué el importe relativo al tratamiento. La intervención salió bien. No sé quién estaba más alegre si la familia o nosotros. Pienso que también pequeños gestos de este tipo contribuyen a construir la paz.   (N. Y.- Jordania)

En el aeropuerto
En el puesto de control de equipaje, el pasajero que estaba primero que yo estaba todo amargado porque le pidieron que dejara en el mostrador unas mermeladas. «¡Por lo menos no las tiren, porque son especiales!», dijo. Después de que también yo había pasado el control, esa misma persona me contó que esas mermeladas las había preparado su mamá para sus nietos. «En esos frascos está todo su amor», agregó. Y después de un momento de silencio: «¿Por qué el mundo tiene que estar regulado por el miedo? Sí, comprendo todo lo que sucede… pero las estructuras sociales nos inculcan la desconfianza y la sospecha. ¿Dónde está la belleza de la vida?». No tenía respuestas, sólo las mismas preguntas. En tanto pasó delante de nosotros una chica en silla de ruedas, toda sonriente. La miramos y ese rostro feliz de una jovencita impedida por sus condiciones de salud nos hizo enmudecer totalmente. Bastó una sonrisa y se iluminó también el aeropuerto.  (C. M. – Austria)

Rezar juntos
Estaba internado en oncología para hacer unos análisis y un tratamiento. Una ocasión para amar a través de pequeños gestos concretos y compartir el dolor. Como el día que mi compañero de habitación, un campesino grande y fuerte de aspecto rudo, quien estaba por someterse a la quimioterapia, recibió la noticia de la muerte repentina de su hijo a través del médico y de la hermana enfermera. Le avisaron también que le habían postergado su terapia para que pudiera ir a su casa. Lo vi caer bajo el peso tremendo de la noticia. Cuando nos quedamos solos, mientras el señor llorando preparaba su maleta, me animé y con delicadeza y respeto le pregunté si rezaba. Ante su respuesta afirmativa, lo invité a que recitáramos un Padre Nuestro por su hijo. Me impresionó ver a ese hombre de 73 años, que como un niño juntaba las manos y rezaba. Le agradecía a Dios por haber osado pedirle que rezáramos juntos. (Pablo – Filipinas)

 

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