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«Encomiendas a la familia una misión explosiva, una reforma que las familias pueden comenzar por el mundo», así decía Igino Giordani a Chiara Lubich cuando la fundación de la rama de las Familias Nuevas de los Focolares, en 1967. Después de cincuenta años, justo en el noveno aniversario de la muerte de la fundadora, se manifiesta el manto de flores de aquella semilla: cientos de eventos e iniciativas en muchas ciudades del mundo dicen que la profecía ha encontrado la manera de encarnarse.

El evento de tres días en Loppiano recibió a más de un millar de personas, procedentes de 50 países, de todas las generaciones, cristianos, pero también musulmanes, budistas e hindúes. Se han visto los frutos de una historia en la interacción entre generaciones: abuelos, hijos, nietos. El programa, transmitido en vivo y traducido a 19 idiomas, se dividió en tres grandes temas: la familia como una red de relaciones dentro de la pareja, con los hijos y entre generaciones; el amor, como respuesta a los problemas críticos en la familia con sus heridas, dolores y desafíos; la familia, recurso creativo en relación con el tejido social.

Se escuchan las voces de padres e hijos. Como el de una adolescente que narra su dolor y el de sus hermanos más pequeños, la herida de la familia causada por el padre víctima del alcohol. Y la esperanza que se desprende del compartir, «porque la familia es lo más importante y no debemos tener miedo de dar el primer paso: tal vez sea difícil darlo, pero si se hace por amor, puede cambiarlo todo». Se escucha la historia de una pareja en busca del hijo «pródigo» que, una vez destruido el negocio familiar y endeudado hasta el cuello, huye a otro país. En medio del dolor los padres entienden que la misericordia debe vencer la ira. Se ponen en viaje hasta que lo encuentran: un abrazo que da inicio a una vida reconciliada. También suben al escenario Basma y Tatiana. Musulmana la primera y cristiana la segunda, se convierten en más que hermanas en el intercambio cotidiano, profundo y concreto, después de la muerte del marido de Basma en un país extranjero, con dos hijos a su cargo y sin apoyo. Una historia emblema de pueblos que se encuentran, pero que sólo en el recíproco reconocerse y aceptarse se transforman en familia de familias.

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Foto: SIF Loppiano

De la riqueza que emerge se hace intérprete Maria Voce en su discurso. Recuerda que el carisma de la unidad «ofrece una luz y una llave también para ver el mundo y la historia, para comprender el vínculo de cada uno de nosotros con toda la humanidad». Y reporta un fragmento de la Lubich del 6 de septiembre de 1949, que suena como una nueva llamada a los que la escuchan: «Mi yo es la humanidad con todos los hombres que fueron son y serán. La siento y la vivo esta realidad: porque siento en mi alma tanto la alegría del Cielo, como la angustia de la humanidad que es toda ella un gran Jesús Abandonado».

Maria Voce vuelve a proponer el llamado inicial de Chiara Lubich a las familias a tomar sobre sus hombros esa porción del mundo que se presenta «más destrozada, más semejante a Él Abandonado», recordando que el papel insustituible de las familias es «mantener encendida en las casas el amor, reavivando así esos valores que fueron dados por Dios a la familia, para llevarlos en todas partes en la sociedad, con generosidad y sin descanso». Y continúa, parafraseando al papa Francisco, «la tarea es ardua, pero no podemos dejarnos robar la esperanza».

Dos gestos simbólicos pero concretos expresan el compromiso y la determinación de las familias presentes a regresar a sus lugares para dar testimonio de la fraternidad universal y para hacer su parte, aunque sea como una gota en el mar: un momento de oración y de compromiso personal representado por la flor que cada familia cuelga en una escenografía preparada fuera del auditorio. Y el hermanamiento entre familias de diferentes partes del mundo, que se extienda a otras familias de sus respectivos territorios, con el fin de fortalecer una red que responda a las necesidades de una parte a la otra del mundo, como un círculo virtuoso.

El Seminario cultural sobre «El pacto de reciprocidad en la vida familiar, generador de confianza y de relación», que tuvo lugar el primer día entre un centenar de académicos y expertos en el campo del acompañamiento familiar, del counseling, de la investigación pedagógica y psicológica y de las disciplinas en relación con el vasto mundo de las relaciones familiares, ha profundizado en la realidad de la familia desde el punto de vista antropológico, social, educativo, político, teológico. Una reflexión sobre el valor de la familia como un recurso para la humanidad, que ha mostrado que su futuro y el significado mismo del ser persona se juega dentro de la familia. Por último, la aparición, en el Instituto universitario Sophia y en sinergia con otras instituciones internacionales, de un centro de investigación de alto nivel, interreligioso, interconfesional, intercultural, interdisciplinario que profundice y estudie este patrimonio de vida para poderlo expresar a nivel universal.

Comunicado de prensa

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