Sengsoury Francesca CheangsavangLa suya es una historia apasionante. Comienza cuando los padres, siendo aún muy jóvenes, atraviesan a nado el rio Mekong, dejando a sus espaldas el régimen de su país, Laos, para llegar a Tailandia.

Desde este lugar, después de innumerables dificultades, llegan a Italia, siendo recibidos por una familia desconocida para ellos que vivía en Loppiano, la ciudadela internacional de los Focolares. Y es precisamente en la casa de Raffaella y Roberto Cardinali que Sengsoury (“rayo de sol” en Laosiano) y la hermana gemela Sourinia nacen, el 12 de septiembre de 1979.

Desde pequeña Senny manifiesta una especial atracción por el espíritu evangélico de unidad y de amor que viven los habitantes de la ciudadela de Loppiano y a los nueve años pide el Bautismo tomando el nombre de Francesca.  Comprometida con entusiasmo en el Movimiento Gen, desde adolescente está en primera línea con Sourinia, en la preparación del Supercongreso 1997.

A los 23 años realiza un sueño: pasar un año completo en la Mariápolis Lia, la ciudadela argentina de los Focolares en la que convergen jóvenes de todas partes del mundo. Una experiencia que la llevará a una elección aún más radical de Dios y a un amor cada vez más concreto y refinado hacia las personas que encuentra.

A Sengsoury le gusta componer poesías y textos de canciones que junto con su hermana canta con su hermosa voz acompañándose con la guitarra. Se inscribe en una escuela para esteticistas en Florencia. Quienes la conocen hablan de ella como de una chica que atrae por su particular sensibilidad, su natural elegancia, los ojos llenos de luz. Pero también de una persona que por su determinación de seguir a Jesús, deja a todos sorprendidos. Está comprometida con Marco y juntos hacen proyectos para el futuro.

En el 2004, a los 25 años, una grave y fulminante enfermedad autoinmune le cambia la existencia. Cuatro años más tarde le dicta a una amiga una carta para Chiara Lubich en la cual le describe su situación.

“Tengo una enfermedad rara que me ocasionó dificultades motrices, en el uso de la palabra y fuertes dolores – a veces lacerantes- en  los huesos y en los músculos. En estos años, gracias al apoyo de mis ‘abuelos’ Raffaella y Roberto, al de los jóvenes del focolar y de muchos del Movimiento, traté de transformar los momentos de dolor en “gotas” de amor a Jesús: las largas estadías en el hospital, los tratamientos, los controles.

En el período de Navidad, fui recibida en una institución de rehabilitación cerca de Florencia. Pero una bronconeumonía por aspiración alimenticia me obligó a una nueva internación en el hospital. Sufrí mucho, no solo físicamente. Me preguntaba por qué estaba justamente yo en esta situación. Soy la más joven de este pabellón, debo alimentarme a través de una sonda, usar una máscara de oxígeno. Vi que muchos sueños se desvanecieron: el matrimonio, el trabajo, el deseo de viajar, de tocar la guitarra, de cantar. A veces siento que Jesús está lejos; me dirijo a María, pero tampoco Ella está cerca de mí. Pero siempre me llega la respuesta: por una reflexión, un escrito espiritual, una palabra que me dice alguien que viene a verme.  Y me vuelve la paz y con ella la fuerza de decir “por Ti Jesús” en cada situación, como pasar la noche en blanco por los fuertes dolores. No quiero aflojar. Le pido a Jesús que me ayude a salir adelante y a realizar el designio que Dios tiene sobre mí. ¡Desearía mucho hacerme santa!»

Sengsoury Francesca Cheangsavang-01La comunidad del Movimiento se moviliza de mil maneras: desde el apoyo económico y moral a sus padres, como en hacer turnos al lado de ella incluso con momentos de fiesta y de comunión, mientras que desde su cama Sengsoury difunde un amor único.

A un gen le confiesa: “¡Existe solo el presente!” Y con un hilo de voz se pone a cantar dirigiéndose a Jesús “O’ sole mio”. Está cada vez más decidida a ofrecerle cada sufrimiento y transformarlo – como le gusta decir- en “pepitas de oro”

El 16 de septiembre de 2008 entra en terapia intensiva.  En los días que anteceden a su fallecimiento, ocurrido el 24 de septiembre, se convierte más que nunca en ese “rayo de sol” que hace que cada tiniebla desaparezca repitiendo muchos “sí” a Jesús. Quienes están cerca de ella los perciben por una señal de los ojos o por un apretón de manos. Para ellos, para el personal del sector y para todos los jóvenes del Movimiento, también lejanos, que la acompañan con la oración, Sengsoury es – como indica su nombre- un verdadero “rayo de sol”, un ejemplo luminoso, auténtico testigo del Evangelio hecho vida.

1 Comment

  • Maravilhosa a experiência de Senny! Obrigada por terem compartilhado aqui. Me recolocou na dimensão espiritual da vida quotidiana, à qual sempre fui chamada a viver. Mudou o meu dia… Que do céu ela nos ajude a fazer brilhar a luz, que o mundo tanto anseia.

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