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Foto © CSC Audiovisivi

El evento comenzó con música, con poesía, con imágenes en movimiento, con coreografía, cantos, para darle un marco y acompañar los testimonios que se fueron relatando, en el año dedicado al recuerdo de la Fundadora de los Focolares, a los diez años de su fallecimiento. Más de dos mil personas procedentes de todo el mundo (se ve porque algunos estaban vestidos con sus trajes típicos), estaban presentes también algunas autoridades religiosas – en primera fila se veía al Cardenal Secretario de Estado Pietro Parolin- y personalidades del mundo de la cultura, de la comunicación y de diversas instituciones que participaron del evento. Tuvo lugar el sábado 3 de marzo, en el Centro Mariápolis de Castel Gandolfo, cerca de Roma. Una celebración que fue definida por muchos, no una conmemoración, sino  un festejo de la vida. Vida que nació del Carisma de la Unidad de Chiara Lubich en innumerables contextos del mundo, muy diversos, a menudo en territorios hostiles, en guerra, en zonas deterioradas, dando vida a obras de transformación social con timbre evangélico.

Adriana es una artista brasileña: «No quería encerrarme en un taller. Chiara me dijo: elige a Dios, que es Quien te hizo artista». A partir del amor por los hermanos y la disponibilidad para involucrarse en un proyecto social en la favela de Pedreira, en el Sur de San Pablo, con el propósito de dar un techo a 500 familias en situación de pobreza extrema, renació para ella la posibilidad de hacer fructificar su propio talento de pintora. «Vine aquí – dice Adriana- para rendir homenaje a Chiara».
Roberto y Maurizio, en Italia, inauguraron una pescadería, con el espíritu de la Economía de Comunión, porque «si la base de nuestro trabajo es la ganancia personal, ¿a quién le sirve? Nadie nos recordará por el dinero que tuvimos, sino por el bien que hicimos».

María trabaja desde los 15 años en una escuela en la difícil periferia de París, de la cual, normalmente, los profesores se escapan para buscar otro trabajo, apenas pueden. «Esos niños deben tener las mismas posibilidades del que asiste a las principales escuelas de los mejores barrios de París».
Letizia y su marido, empresarios, rechazan un importante ofrecimiento de trabajo arriesgando la quiebra de su empresa, con tal de no producir elementos para la industria bélica.

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Jesús Morán. Foto © CSC Audiovisivi

Y todavía más. Una pareja de sirios ofrece un testimonio a través de un video-mensaje: «No quisimos escapar de la guerra para no cerrar nuestra escuela para niños sordos. ¿A quién habrían podido acudir?».
La voz y la intensa expresión de una actriz, transmite la historia de una niña filipina: escuchada en el Centro Social Bukas Palad (“con las manos abiertas” en idioma tagalog), en Manila: «Estoy agradecida, porque siendo pobre me he convertido en una persona especial, amada. Así comenzó mi renacimiento»

Son sólo algunos de los frutos de la “intrínseca socialidad” del carisma de Chiara Lubich, como fue definido por el Copresidente de los Focolares Jesús Morán: «Chiara no fue una reformadora, su sueño apunta más arriba, al fundamento antropológico y teológico de cada reforma social: la fraternidad universal».
La opción preferencial por los últimos – “rescatados del anonimato y convertidos en protagonistas”- caracteriza desde el inicio la historia de los Focolares.

 

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Foto © CSC Audiovisivi

Es María Voce, quien recuerda las premisas de una experiencia que llegó a 182 países del mundo, con frutos tangibles de fraternidad, como las 25 ciudadelas, “bocetos de mundo unido”, presentes en todos los continentes. Ella cuenta: en los años de la Segunda Guerra Mundial, «las primeras focolarinas no se median a la hora de correr de una lado a otro de Trento para llevar su auxilio a cualquiera que lo precisara. Invitaban a los pobres a almorzar en su casa y, poniendo el mantel más lindo que tenían, se sentaban alrededor de la mesa: una focolarina, un pobre, una focolarina, un pobre; les daban de comer como hermanos, no como benefactores. El Evangelio, que leían juntas a la luz de una vela en los refugios antiaéreos, que lo descubrían y vivían con la intensidad con la que irrumpe esta Luz, se revelaba como fuente de la más profunda transformación social»

En la gran pared de la sala, que se había convertido en una pantalla cinematográfica, van pasando como parte integrante del relato, las imágenes en movimiento de una larga historia, que partió de un sueño: “el gran atractivo del tiempo moderno_ penetrar en la más alta contemplación y permanecer mezclados entre todos, hombre junto al hombre”. En todos los países del mundo, donde Chiara Lubich será recordada, este sueño hoy se renueva.

Chiara Favotti

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