El aporte del Movimiento de los Focolares al diálogo entre las Iglesias cristianas. La intervención de María Voce en el Angelicum, de Roma, por los 25 años de la Encíclica Ut unum sint

“Todo inició a partir del descubrimiento que Dios es Amor”. María Voce, Presidente del Movimiento de los Focolares, identificó así el punto de partida del itinerario que ha llevado a la progresiva intuición y definición de la espiritualidad de la unidad, que anima al Movimiento fundado por Chiara Lubich.

En su intervención en la Universidad de Santo Tomás de Aquino, de Roma, en el ámbito de un ciclo de conferencias dedicado a los 25 años de la Encíclica Ut unum sint, la Presidente de los Focolares puso de relieve el aporte que el carisma donado por Dios a Chiara Lubich, y la espiritualidad de comunión que de él surge, ofrecen al camino de unidad entre las Iglesias cristianas. Los puntos fundamentales de la espiritualidad evidencian los pasos del camino que lleva a la unidad de la familia humana. Para realizar la oración de Jesús en la Cruz «…que todos sean uno», “que se convirtió en la finalidad del Movimiento de los Focolares”.

El descubrimiento del Amor de Dios que es Padre suscitó la conciencia de que todos somos hermanos. Y por lo tanto, explicaba Chiara Lubich, «Amar a Dios como hijos significaba amar a los hermanos». De ahí deriva –afirma María Voce- otro de los puntos cardinales de la espiritualidad de la unidad: el amor al prójimo. Que concretamente se aplica siguiendo los caminos del Evangelio. «El carisma de la unidad – cita la Lubich – enseguida lo percibimos como (…) una luz para comprender mejor el Evangelio, fuente de amor y de unidad, y fuerza para vivirlo con decisión».

Pronto nos dimos cuenta –dice- que el mandamiento nuevo de Jesús, “…ámense los unos a los otros como yo los he amado” (Jn. 13, 34), indicaba la medida del amor. Ese “como” significaba “dar la vida dispuestos a morir por el otro”, como hizo Cristo. Y así los primeros focolarinos empezaron a vivir el amor recíproco, estableciendo entre ellos un pacto de unidad que constituyó “el inicio de un estilo de vida particular que el Espíritu Santo proponía: un estilo comunitario”.

Al poner en práctica el amor recíproco, Chiara y sus compañeras hicieron la experiencia de la presencia de Jesús en medio de ellas. La Presidente de los Focolares cita a la Lubich: «Advertimos en nuestra ama un salto de calidad; una nueva paz (…) Nos dimos cuenta de lo que estaba sucediendo cuando leímos en el Evangelio las palabras. “Donde dos o tres están reunidos en mi nombre yo estoy en medio de ellos” (Mt. 18, 20). La caridad recíproca nos había unido (…) Jesús presente sellaba entre nosotros la unidad».

Es a partir de esta búsqueda de la presencia de Jesús –explica María Voce- que nace el nombre con el cual es conocido el Movimiento de los Focolares: “Obra de María”, como expresión de la tensión a hacer de ella un modelo. Como María generó a Cristo, así los focolares viven tratando de generar entre ellos y con los demás la presencia de Jesús.

Al vivir la espiritualidad de la unidad, pronto se dieron cuenta de que la misma podía aplicarse a varios contextos. “Al inicio de los años ’60 –cuenta- Chiara Lubich entró en contacto con hermanos y hermanas de la Iglesia Luterana, después con los anglicanos, bautistas, metodistas, ortodoxos y miembros de las Iglesias Orientales ortodoxas, y descubrió que esta presencia de Jesús en medio se podía establecer también entre cristianos de Iglesias diversas”. Este descubrimiento dio inicio a caminos de diálogo, tanto a nivel teológico como en el plano “de la vida”, sostenido por la experiencia concreta de unidad entre cristianos de Iglesias distintas dentro del Movimiento que ya era una realidad.

Sin embargo, no era extraño hacer también la experiencia de la falta de unidad. Una condición que para los Focolares es sin embargo la posibilidad de “trabajar” para reconstruirla. “El camino para realizar la unidad –explica María Voce dejando la palabra a Chiara Lubich- es Jesús abandonado en la Cruz: «Porque a Jesús lo podemos reconocer en todos nuestros males, nosotros podemos descubrir su rostro detrás de cada dolor, abrazarLo, en cierto modo, en estos sufrimientos (…) y decirle nuestro sí, así como hizo Él. (…) y así El vivirá en nosotros, como Resucitado». Más tarde – prosigue – Chiara descubrió a Jesús abandonado también en las divisiones entre las Iglesias cristianas; trabajar también aquí, para sanar la unidad rota es «la principal obra del Movimiento de los Focolares».

En esta perspectiva, María Voce puso finalmente en evidencia el aporte que una experiencia de unidad entre teólogos de varias Iglesias “podría ofrecer al diálogo ecuménico”: “Si los teólogos se dejan guiar para ser uno en Cristo” Jesús “facilitará la comprensión de los diversos puntos de vista teológicos” y “la verdad será descubierta juntos”.

Un último pasaje lo dedicó al carisma de la unidad como camino de santidad. María Voce recordó que recién concluyó la fase diocesana del proceso de canonización de Chiara Lubich, que ahora se está estudiando en el Vaticano.

Claudia Di Lorenzi

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