“Jesús nos ha demostrado que amar significa acoger al otro así como es, en la forma como Él ha acogido a cada uno de nosotros. Acoger al otro con sus gustos, sus ideas, sus defectos, su diversidad (…) Abrirle espacio dentro de nosotros, liberando nuestro corazón de todo tipo de reservas, juicios y del instinto de rechazo”. (Chiara Lubich)

La «Villa miseria»
Los habitantes de un barrio marginal, que se extiende a lo largo de las orillas pantanosas de un río, se las arreglan con trabajitos sencillos y, teniendo que estar fuera de casa todo el día, se veían obligados a dejar a los niños solos. Hace algún tiempo, el caudal del río en crecida por una lluvia torrencial arrastro de su barraca a un niño de pocos meses. Nosotros vivimos en un barrio residencial cercano. Afectados por lo sucedido, intentamos afrontar esta terrible llaga involucrando a parientes y amigos. Alquilamos unos locales y abrimos una guardería donde los padres pueden dejar a los niños en un lugar seguro durante el día. En los locales del lado iniciamos un preescolar para sacar de la calle a los más grandecitos. La iniciativa está dando frutos: relaciones nuevas entre el personal que trabaja y las familias, comunión de bienes, de tiempo y de servicios. Poco a poco se está haciendo realidad otro sueño: sacar el mayor número de familias de la “Villa miseria”. Con un sistema de autogestión hemos construido e inaugurado este año las primeras nueve casas.
(S.J.B. – Argentina)

Convicciones políticas
Era inevitable hablar de política en la oficina. Inevitable experimentar la distancia que existía entre los respectivos puntos de vista. Cansada de esta tensión que aumentaba día con día, sobre todo cuando alguno proclamaba “verdades” no compartidas, llegué a la conclusión de que más que cambiar de oficina, era yo la que tenía que cambiar. Así que me comprometí a tratar de entender mejor que empujaba a uno o a otro de mis colegas a defender cierta posición. Mi forma de comportarme provocó cierta curiosidad, sobre todo en quienes siempre me habían atacado etiquetándome de católica-conservadora-mojigata. Ciertamente fue la oración la que me ayudó, pero también mi comunidad parroquial que me animaba a mantener la caridad. Un día mi “enemigo” más acérrimo me dijo: “Ya no sé más con qué atacarte… y veo que eres feliz. Tu libertad me desorienta”. Sin darle demasiadas explicaciones se estableció una amistad constructiva que ahora ayuda también a otros a tener una actitud más comprensiva entre nosotros, aun manteniendo nuestras propias convicciones.
(F.H. – Hungría)

Con ojos de madre
Nuestro hijo se había casado con L. en la ola de la contestación, confundiendo con amor el compromiso político común. Yo la quería como a una hija y apreciaba su sensibilidad y la atención que prodigaba a los últimos de la sociedad. Cuando, después de apenas un año de matrimonio, ambos vinieron a comunicarnos la dificultad que tenían para seguir viviendo juntos, casi estaba preparada para ese anuncio.
Quien más perdió fue sobre todo nuestro muchacho, que se había comprometido con todo su ser en la construcción de una auténtica relación conyugal. En cuanto a L., más que juzgarla, traté de presente todo lo bello y positivo que había percibido en ella y de ver la situación con ojos de madre. Sus padres, al constatar que de nuestra boca no había salido nunca, ni con ellos ni con ningún, otro una palabra de juicio hacia su hija, nos expresaron su estima por esta actitud y siguieron manteniendo con nosotros una relación fraterna. Desde entonces han pasado muchos años. L hoy nos considera un punto firme en su vida.
(F.B. – Francia)

Ladrones en casa
Les había abierto la puerta porque me parecían buenos muchachos. En cambio enseguida me preguntaron dónde tenía el dinero y empezaron a abrir los cajones, los armarios. Uno de ellos me tenía agarrados los brazos detrás de la espalda. Por el miedo no tenía ni siquiera la fuerza de gritar… Cuando se fueron me encontré en el suelo, un poco aturdida. Quizás tuvieron piedad debido a mi edad. Después salí al balcón y grité pidiendo ayuda, pero los ladrones ya se habían escapado. Los vecinos acudieron, pero no pudieron hacer más que ayudarme a poner orden mientras me daba cuenta de lo que había desaparecido. ¿Qué hacer? Ese día la tragedia de la soledad y de la vejez la experimenté en toda su crueldad. Durante la noche no lograba dormir, ante mis ojos se me volvía a presentar la misma escena. Sin embargo parecían buenos muchachos, podrían haber sido mis nietos. ¿Por qué actuaban así? Experimenté un poco de paz cuando me puse a rezar por ellos y por sus mamás. Le agradecí a Dios por estar todavía viva.
(Z.G. – ltalia)

No negar la vida
Hacía muchos años que no veía a mi vecina, precisamente desde que nos habíamos mudado. Ahora me encontraba delante una mujer más vieja de la edad que realmente tenía, era como otra persona. Parecía que ella me estaba esperando para abrir su corazón, porque inmediatamente empezó a contarme sus penas: “Todo había empezado el día que, optando por el aborto, esperaba que se resolvieran los problemas con mi marido… En cambio él, descargó sobre mí toda la culpa del hijo que no le había dado, se fue con otra, y me dijo en un mar de problemas con dos hijas adolescentes. Más tarde una de ellas me confesó que estaba embarazada; su novio la había puesto contra la espada y la pared, o abortaba o la dejaba. Le confié lo que siempre había callado y le aconsejé que no negara la vida, como había hecho yo. Fue ella quien me consoló viéndome llorar. Después agregó que, viendo mi dolor, había decidido tener el niño. Así hizo. Su novio no la dejó. Ahora viven felices con su hijito que es también mi consuelo”.
(S.d.G. – Malta)

a cargo de Stefania Tanesini
(Tomado de “Il Vangelo del Giorno”, Città Nuova, año VI, n.1, enero – febrero 2020)

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