Para hacer frente a la pandemia, personas y asociaciones, personal sanitario y comunidades científicas, Gobiernos y organizaciones internacionales están poniéndose en acción de las más variadas formas. El ingenio y la generosidad, a menudo incluso heroica, no faltan. A todos estos esfuerzos conviene añadir la contribución decisiva que viene de aquella oración que es capaz de trasladar las montañas.

(…) Del mismo modo que cualquier niño de esta tierra tiene confianza en su padre, cree en él, se abandona totalmente a él, vuelca en él todas sus preocupaciones, con él está seguro en todas las circunstancias, incluso en las difíciles, dolorosas o imposibles, así hace y debe hacer el «niño» del Evangelio en relación con el Padre celestial.

Esta actitud es siempre muy importante, porque frecuentemente estamos sobrepasados por circunstancias, acontecimientos y pruebas que no podemos superar

solo con nuestras fuerzas y, por consiguiente, necesitamos de una intervención superior.

En estos días, además, nos damos cuenta de lo necesario que es tener una gran fe en el amor del Padre, en su Providencia (…) Hemos estado y estamos preocupados; y pensamos (…) qué podríamos hacer.

La primera respuesta que brotó del corazón fue: rezar, unirnos todos rezando para desterrar el flagelo. Y cada uno, a su manera, comenzó a hacerlo. (…)

Rezar. Pero es necesario rezar de manera que obtengamos lo que pedimos. ¿Cómo? (…) San Juan, en su primera Carta, tiene esta bellísima y alentadora expresión: «Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor en nosotros es perfecto»[1]. «Su amor en nosotros es perfecto». Así pues, si su amor en nosotros es perfecto, y mientras su amor en nosotros sea perfecto, somos perfectos. Por tanto, la perfección del amor se tiene viviendo el amor recíproco.

En estos días (…) hemos introducido [en el Reglamento de los focolarinos]   una norma que es básica y esencial para ellos: el deber (…) de formular con los demás focolarinos (…) un pacto de estar dispuestos a morir los unos por los otros, tal como exige el mandamiento de Jesús.

Pero esta decisión, este pacto no es monopolio solo de los focolarinos que viven en comunidad. Es ley para todos los miembros de nuestra Obra. La práctica de

esta ley hace que el amor en nosotros sea perfecto y que seamos perfectos en el amor; de esta forma somos agradables a Dios y estamos en condiciones de obtener las gracias que deseamos, incluso las que son necesarias para trasladar las montañas.

Pienso que si queremos trabajar con eficacia por un mundo unido será necesario, en estos días, renovar esta disposición de nuestra alma entre nosotros y con todos los que nos encontremos que conocen nuestro Movimiento.

Naturalmente, antes tendremos que crear las condiciones necesarias y preparar el ambiente adecuado para poder decirle al otro con valentía: «Con la gracia de Dios, yo quiero estar dispuesto a dar la vida por ti», y poder oír al otro que repite: «Y yo por ti».

Luego hemos de actuar en consecuencia, avivando el fuego del amor con cada prójimo. (…) Sobre esta base, podemos rezar con la confianza de obtener lo que pedimos.

Chiara Lubich

(En una conferencia telefónica, Mollens, 13 de septiembre de 1990)

Extraído de: “Pacto y time out”, en: Chiara Lubich, Santificarse juntos, Ciudad Nueva, Madrid 1994, pp. 55-58

[1] 1 Jn 4, 12.

No comment

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *