La pandemia del Coronavirus es una prueba de fuego no solo para los sistemas sanitarios, sino también para las personas comprometidas en la política, desde el nivel municipal hasta el  internacional. Al siguiente fragmento de un discurso de Chiara Lubich se le puede llamar plenamente un “himno a la política”. Es un reto para todos los políticos, y puede llenar los corazones de los ciudadanos de gratitud hacia todos aquellos que día tras día deben hacer opciones valientes.

[…] Si los nuevos Movimientos, en general, se interesan por las cosas humanas, uno de ellos, el Movimiento de los Focolares, ha dado origen también a una expresión política: el Movimiento Político por la Unidad, cuyo fin específico es precisamente la fraternidad en la política. […]

Hemos comprendido, ante todo, que existe una verdadera vocación a la política. El que cree advierte en ella la voz de Dios que le encomienda una tarea. Pero también el que no cree se siente llamado a ella, por ejemplo, por la existencia de una necesidad social, de una categoría débil que pide ayuda…

Y la respuesta a la vocación política es ante todo un acto de fraternidad: se entra en ese campo para algo público, que concierne a los demás, queriendo su bien como si fuera el propio.

Es más, la tarea del amor político es crear y custodiar las condiciones que les permiten florecer a todos los demás amores: el amor de los jóvenes que quieren casarse y necesitan una casa y un trabajo, el amor del que quiere estudiar y necesita escuelas y libros, el amor del que se dedica a su propia empresa y necesita carreteras y ferrocarriles, reglas seguras… La política, por lo tanto, es el amor de los amores, que hace que las personas colaboren entre ellas, haciendo que las necesidades se encuentren con los recursos, infundiendo en todos la confianza recíproca.

La política se puede comparar al tallo de una flor, que sostiene y alimenta el renovado brotar de los pétalos de la comunidad.

En el Movimiento Político por la Unidad constatamos que vivir la propia opción política como una vocación de amor lleva a comprender que también los que han hecho una elección política diferente de la nuestra, pueden estar impulsados por una análoga vocación de amor. Y que también ellos forman parte –a su modo– del mismo designio, aunque se presenten como adversarios. La fraternidad permite reconocer su función, respetarla y ayudarlos – también a través de una crítica constructiva– a ser fieles, mientras nosotros lo somos a la nuestra.

En el Movimiento Político por la Unidad se piensa que se tendría que vivir la fraternidad de tal modo de llegar a amar el partido de los otros como el propio, sabiendo que ambos no han surgido por casualidad, sino que responden a una exigencia histórica presente en la comunidad nacional. La fraternidad hace emerger los valores auténticos de cada uno y reconstruye la totalidad del designio político de una nación.

Lo testimonian, por ejemplo, las iniciativas de miembros del Movimiento Político por la Unidad orientadas a crear una relación fraterna entre la mayoría y la oposición, tanto a nivel de Parlamentos nacionales, como en el gobierno de las ciudades, iniciativas que se han traducido en leyes del Estado o en políticas locales que han unido las ciudades en las que se han realizado.

Aquel que, respondiendo a su vocación política, comienza a vivir la fraternidad, se introduce así en una dimensión universal que lo abre a toda la humanidad. Y cuando toma decisiones se cuestiona si lo que está decidiendo, aunque responda a los intereses de su propia nación, no conlleve un daño para las demás.

El político de la unidad ama la patria de los demás como la suya.

Chiara Lubich

De: Chiara Lubich, Europa unida por un mundo unido. Discurso al Movimiento Europeo, Madrid (España), 3 de diciembre de 2002

1 Comment

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *