En la escuela de Jesús podemos aprender a ser testigos e instrumentos los unos para los otros del amor tierno y creativo del Padre. Es el nacimiento de un mundo nuevo, que sana de raíz la convivencia humana y atrae la presencia de Dios entre los hombres, fuente inagotable de consuelo para secar cada lágrima.

Una idea insólita
Mi esposo y yo viajábamos por la autopista cuando noté a una pareja en el auto detrás de nosotros. El hombre al volante parecía muy agitado y con su conducción podía representar un peligro. Al llegar al peaje, tuve una idea: ¿por qué no pagarles el peaje a ellos también? Entonces, mientras mi esposo pagaba el nuestro, le di al empleado la cantidad para los viajeros que estaban detrás de nosotros, con el siguiente mensaje: “Que tengas un buen día y unas buenas vacaciones de parte de la pareja del coche de Massachusetts”. Y a mi esposo que no entendía, le expliqué que quizás este pequeño gesto le recordaría a ese hombre que alguien lo quería: ¡quién sabe si no daría una nota diferente a su viaje! Luego, mirando hacia atrás, vi que el empleado de la cabina de peaje estaba hablando con esa pareja, señalando en nuestra dirección. Al rato, habiendo retomado el viaje, un coche se acercó al nuestro: eran ellos. El hombre sonrió mientras ella mostraba un trozo de papel donde estaba escrito en letras grandes: “¡Vuestra amabilidad funcionó! ¡Gracias, Massachusetts!”.
(D.A. – Estados Unidos)

Paz en la familia
Desde hacía años la relación con nuestra hija y nuestro yerno nos hacía sufrir. Estaba celoso de nosotros hasta el punto de que Grazia ya no podía venir a visitarnos. Por mi parte, no lograba perdonarle tanta pasividad. Luego, una llamada telefónica con mi yerno: una hora y media de acusaciones mutuas. No pude dormir esa noche. Entonces decidí escribir una carta a los dos en la que les pedía disculpas y les aseguraba que siempre tuvieron un lugar en nuestro corazón. No esperaba nada de esa carta, en cambio me llamó conmovido, anunciando la llegada de Grazia al día siguiente. Poco después de una llamada telefónica de los padres de nuestro yerno, a quienes no habíamos visto durante años, confirmó que la situación había cambiado por completo: nos invitaron, de hecho, a pasar unos días con ellos. Nunca se nos habían demostrado tanto cariño y hemos pasado días serenos, que no olvidaremos fácilmente. Al regresar a casa, mi esposo y yo agradecimos a Dios porque con una simple carta nos había dado el inmenso regalo de la paz en la familia.
(R.D. – Italia)

La suma
A mi esposa y a mí nos parecía que había llegado el momento de comprar la casa. Habiendo hecho nuestras cuentas, comprometido todos nuestros ahorros y el anticipo de liquidación, aún nos faltaba una suma para poder hacer una hipoteca a diez años. Justo en estos días, en el trabajo, hicimos una gran compra. El proveedor entonces me llevó aparte y me informó que cuando quisiera visitarlo encontraría  “mi parte”. Comprendí lo que quería decir con “mí parte”: era una cierta cantidad que podría haberme dado. En otras palabras, era una forma, de corrupción, sin duda una mala praxis, muy común en las ventas. Por un lado, esa suma nos habría venido bien y la tentación de aceptarla no fue poca. Pero la libertad de ser “puro de corazón”, como dice el Evangelio, que quiero vivir, no tiene precio. La certeza de que Dios proveerá, como ha provisto en abundancia hasta ahora, ha hecho que rechacemos la oferta y, además, nos ha dado el empuje para dar nuestro segundo coche a una persona que seguramente lo necesita más que nosotros.
(D.A. – Italia)

Stefania Tanesini

(tomado de Il Vangelo del Giorno, Città Nuova, año VI, n. 6, noviembre-diciembre de 2020)

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