En dos ciudades de la costa siria un grupo de voluntarios del Movimiento de los Focolares promueve un proyecto que tiene el objetivo de asegurar comidas de buena calidad a familias pobres y a personas ancianas o vulnerables.

“En el trabajo en equipo he sentido la presencia de Dios, y este compromiso colectivo nos ha hecho una familia”. Así se expresa Hazem hablando de su experiencia en el ámbito del proyecto “Lokmat Mahaba” que en árabe significa “una bocanada de amor”. La iniciativa, promovida por el Movimiento de los Focolares es sostenida con fondos del programa  “Emergencia Siria” de AMU (Acción por un Mundo Unido), nace para ofrecer un soporte a algunas familias necesitadas de las ciudades de al-Kafroun y Mashta al-Helou, en el noroeste de Siria, e involucra a cristianos de distintas confesiones.

En una realidad marcada por la crisis económica, por una altísima conflictividad, por las medidas restrictivas impuestas por la UE y los Estados Unidos, por la devaluación de la libra siria y el alto costo de la vida, que se ha agudizado por la crisis sanitaria y ocupacional debida a la difusión del Coronavirus, el pequeño grupo de voluntarios se ofrece para ayudar a unas veinte familias –entre damnificados y residentes- que viven en condiciones de vulnerabilidad económica y sanitaria. Ofrecen su tiempo y energías. Alguno también los frutos de su tierra. Otros un pequeño pero significativo aporte económico.

Gracias al aporte de personas de las aldeas cercanas, de sirios que viven en otros países, de algunos intelectuales y de pequeñas donaciones, juntos cocinan y distribuyen a cada familia una comida a la semana, que entregan personalmente entrando en cada casa, poco antes de la hora del almuerzo. “Estos pocos minutos en donde estamos en pie con cada familia durante la distribución de la comida –cuenta Micheline, una de las voluntarias- nos ayuda a construir una relación con ellos. Los ruegos que escuchamos y compartimos y la relación que nos vincula son el verdadero tesoro del proyecto”. Y qué alegría participar del entusiasmo de los niños, y de aquellos que no son niños desde hace tiempo, que esperan ansiosamente esa “bocanada de amor”: “Compartir las preocupaciones de la vida cotidiana y ser con ellos una sola cosa” es lo que anima el profundo compromiso de cada uno.

La fuerza de llevar adelante este trabajo –dicen- viene de Jesús Eucaristía y del compartir momentos de oración. A un año de distancia del inicio del proyecto, en septiembre de 2019, el grupo de los voluntarios y colaboradores ha crecido y para la confección de las comidas el padre Gandhi Muhanna, pastor de la Iglesia maronita, ha puesto a disposición la cocina de su casa. La dificultad –explican- es la de la elaboración de la comida, que sea sana y nutritiva, realizada con ingredientes de calidad, a menudo difíciles de conseguir, mientras que los precios de los alimentos siguen subiendo. Un desafío –explican- delante del cual sin embargo ninguno se echa para atrás: el objetivo consiste en desarrollar el proyecto, ampliar la red de colaboradores, aumentar la calidad y la frecuencia de las comidas, pero sobre todo llegar a un mayor número de familias y personas necesitadas, para “compartir con todos los medios posibles los dones que cada uno ha recibido de Dios”.

Claudia Di Lorenzi

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