Es inminente la beatificación del Papa Juan Pablo II y, juntamente con toda la Iglesia, nos sentimos invadidos de una inmensa alegría y de una profunda gratitud. Alegría y gratitud por el don que la Iglesia nos da al reconocer la santidad de este gran papa, reflejada en su vida gastada y consumida, hasta los últimos momentos, por Dios y por los hombres.

Nos sigue admirando la extraordinaria riqueza de su magisterio, así como el reconocimiento que suscita en todas las latitudes su testimonio de amor, tanto en personas cristianas como en fieles de otras religiones y en personas que no tienen ninguna confesión religiosa.

Justamente él, con motivo del vigésimo quinto aniversario de su pontificado, nos confesó cual era la fuente de donde manaba todo: el secreto íntimo de la relación que – como sucesor de Pedro – lo ligaba a Jesús: “Hace 25 años experimenté de un modo especial la Misericordia divina. Cristo me dijo también a mí, como dijo a S. Pedro hace un tiempo: “Me amas más que éstos”. Cada día se repite en mi corazón el mismo diálogo entre Jesús y Pedro. En el espíritu, teniendo fija la benévola mirada de Cristo resucitado. Él, bien consciente de mi fragilidad humana, me anima a responder con confianza como Pedro: “¡Señor, Tú lo sabes todo, Tú sabes que te amo!” (1)

Hoy, este acontecimiento de la Iglesia nos hace penetrar en la dimensión de aquel “más”, vivido por Juan Pablo II día tras día, con heroísmo.

Juntamente con todos los demás Movimientos hemos experimentado el especial amor de Juan Pablo II al reconocer el rol que esos tienen en la Iglesia, como expresión de su dimensión mariana. Ya en 1987, hablando a la curia romana, había puesto en relieve la importancia de esta dimensión: “La Iglesia vive de este auténtico “perfil mariano”, de esta “dimensión mariana” (…) María, la Inmaculada, lo precede todo y lógicamente, al mismo Pedro y a los apóstoles (…). El ligamen entre los dos perfiles de la Iglesia, el mariano y el petrino, es muy estrecho, profundo y complementario, no obstante el primero sea anterior tanto como designio de Dios como según el tiempo; a la vez que más alto y preeminente, más rico de indicaciones personales y comunitarias (…) ”. (2)

Abriendo las puertas de par en par a esta novedad suscitada por el Espíritu Santo, en el histórico encuentro de los movimientos eclesiales y nuevas comunidades, la víspera de Pentecostés de 1998 en la Plaza de San Pedro, Juan Pablo II reconoció que los dos perfiles “son co-esenciales a la constitución de la Iglesia y contribuyen (…) a su vida, a su renovación y a la santificación del pueblo de Dios”. (3)

Más allá de los importantes acontecimientos públicos, Chiara Lubich estaba ligada a este gran Papa con una relación personal y profunda: las audiencias privadas, frecuentemente concedidas durante una comida, su presencia en muchas manifestaciones públicas del movimiento, las cartas personales y las llamadas telefónicas con motivo de celebraciones especiales, como “piedras angulares en la historia de nuestro movimiento” empujaban a Chiara a expresarse de este modo en el 2005, en el momento de su muerte: “Su santidad. También yo puedo dar testimonio personalmente”. (4) “Se hacía tan ‘nada’ que a veces, al salir de sus audiencias, nos hacía sentir una intensa unión directa únicamente con Dios. Por tanto el papa te llevaba a Dios, como verdadero mediador, que se anula cuando ha alcanzado su finalidad”. (5) “Nos quedamos maravillados y con el alma agradecida frente a tanto amor y, al mismo tiempo, se es grato a Dios por haber podido estarle al lado y ayudarle, como hijos y “hermana”, según me ha querido llamar en una de sus últimas cartas”. (6)

“La historia del Movimiento de los Focolares – escribía Chiara en aquella ocasión – es, en estos últimos 27 años, una nueva prueba del “más” de amor que residía en el corazón de Juan Pablo II. Este su “más” de amor ha reclamado el nuestro, por lo cual el papa ha entrado en lo más profundo del corazón de cada uno de los miembros del movimiento. Por eso no se puede decir sólo con palabras simplemente humanas quien ha sido él para nosotros” (7) .

¿Como no recordar la visita del Santo Padre, el 19 de agosto 1984, al centro del Movimiento en Rocca di Papa? En aquella ocasión y a través de la experiencia espiritual de Chiara, él reconoció explícitamente la presencia de un carisma, y afirmó: “En la historia de la Iglesia existían muchos radicalismos del amor, (…) Existe un radicalismo del amor vuestro, de Chiara, de los focolarinos. (…)El amor abre el camino. ¡Os deseo que este camino, gracias a vosotros, esté cada vez más abierto para la Iglesia!” (8).

Y ¿cómo no recordar algunas de sus expresiones referentes a nosotros? Durante su intervención en el Familyfest de Roma, el 3 de mayo 1981, añadió espontáneamente: “Vuestra espiritualidad es abierta, positiva, optimista, serena, conquistadora … Habéis conquistado incluso al papa … He dicho que a vosotros os deseo que seáis la Iglesia. Ahora quiero decir que deseo a la Iglesia ser vosotros” (9). Y en 1983, el 20 de marzo, durante la Jornada de Humanidad Nueva: “Muchas veces, cuando estoy triste, recuerdo… “focolarinos”. ¡Y vuelvo a encontrar un consuelo, un gran consuelo!” (10) .

Durante sus numerosos viajes, en cada rincón del mundo donde se hizo peregrino, aprendió a reconocer nuestro “pueblo focolarino”, como él lo llamaba, sacando de ello- como una vez dijo a Chiara – consuelo y apoyo.

En el transcurso de su largo pontificado hemos advertido varias veces un amor especial por su parte, la profundidad de su mirada paterna y casi como una predilección. Recordamos con gratitud el cálido afecto manifestado a Chiara y a muchos de nosotros en varias circunstancias y a la vez su misión determinante al reconocer el carisma especial dado por Dios a la Iglesia y a la humanidad a través de ella.

Un aspecto de la especial sintonía espiritual entre Chiara y Juan Pablo II se puede entrever en el sentir y vivir la Iglesia como comunión, expresión del amor de Dios para todos los hombres. De aquí la propuesta, expresada en la carta apostólica Novo Millennio ineunte para la Iglesia del tercer milenio: vivir la espiritualidad de comunión para volver a tener a Jesús resucitado en el corazón del mundo (11).

Y así, en este momento en el que festejamos con inmensa alegría la beatificación de Juan Pablo II, a una sola voz con él y con Chiara nos sentimos una vez más fuertemente interpelados a vivir con plenitud la espiritualidad que Dios nos ha dado.

María Voce

(1) Juan Pablo II – Homilía para el XXV aniversario del pontificado – 16.10. 2003

(2) A los cardenales y prelados de la curia romana – 22.12.1987

(3) Juan Pablo II – A los movimientos eclesiales y nuevas comunidades – 30.5.1998

(4) Chiara Lubich: Un di piú d’amore – Cittá Nuova 2005/ pag 10 y siguientes.

(5) Mariapoli 4-5/2005

(6) Chiara Lubich: : Un di piú d’amore – citada

(7) Chiara Lubich: : Un di piú d’amore – citada

(8) Discurso de Juan Pablo II a los miembros del movimiento de los Focolares – 19.8.1984

(9) Discurso de Juan Pablo II a los matrimonios participantes en el convenio “Sobre la familia y el amor” – 3. 5.1981 (expresión no citada en el discurso publicado)

(10) Discurso de Juan Pablo II a los participantes en el convenio internacional del “Movimiento Humanidad Nueva” – 20.3.1983 (expresión no citada en el discurso publicado)

(11) Cfr Novo Millennio ineunte n. 43

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