Después de un largo viaje —no sólo por los 12.000 km recorridos, sino principalmente debido a una falla del avión— Bruna Tomasi llegó a Santiago de Chile. Había sido invitada, antes del trágico terremoto que azotó el país, para conmemorar y celebrar el segundo aniversario de la muerte de Chiara.

Ni bien llegó, se interesó inmediatamente por los afectados por el sismo y por de la situación de las ayudas, que comenzaron a movilizarse inmediatamente acaecida la tragedia.

Al día siguiente, visitó un centro del Movimiento ubicado en una zona popular de la capital, donde se encontró con un grupo de jóvenes de los Focolares. Les comunicó la experiencia que vivió con Chiara en el surgimiento del Movimiento, cuando «todo se derrumbaba, y quedaba sólo Dios, a quien descubrimos como amor”. Bruna hizo hincapié en la importancia de «no perder nunca el entusiasmo, y continuar salvando antes que nada la unidad, la concordia, entre ustedes». Viniendo de ella, no se trataba de palabras, nada más, sino de una realidad vivida durante más de 65 años.

El día esperado por todos fue el domingo 14 de marzo, cuando, en el Aula Magna de la Universidad Católica, muchos se congregaron para conocer y escuchar a Bruna. Con fuerza, ella participó a todos la experiencia de Dios Amor y la novedad del carisma de la unidad. Entre los presentes se encontraban representantes de otros movimientos eclesiales, de la Iglesia Ortodoxa y de la comunidad judía. Algunas impresiones:  «Necesitábamos escuchar estas palabras» (Mov. Fondacio). «Nos quedó grabado el anhelo de santidad» (Comunidad católica Shalom).

Se trató de un día maravilloso para el Movimiento de los Focolares en Chile. No sólo por esta visita excepcional de Bruna, sino también porque durante la misa, que concluyó el encuentro, el cardenal Francisco Javier Errazurz, Arzobispo de Santiago, ordenó al primer focolarino sacerdote chileno, Juan Ortiz. El cardenal, tras recordar con conmoción a Chiara, concluyó animando a “continuar acrecentando el fuego del amor y de la unidad entre ustedes, de modo que este amor atraiga a cada vez más personas a Cristo, a fin de que sea un faro de la luz en nuestra cultura, una presencia que interpele, una presencia profética de la unidad de la Iglesia, un testimonio vivo de que la fraternidad de la familia humana es más fuerte que el egoísmo, la enemistad y la indiferencia. ¡El amor es más fuerte!”.

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