«…Aún sumergidos, como todos, en los males de nuestro tiempo, ustedes en general tienen en sus corazones y en sus mentes antenas que saben captar ondas especiales, que otros no saben percibir. Están en una edad que los deja libres para tener nobles aspiraciones como la paz, la justicia, la libertad, la unidad. Les permite soñar realizaciones que a los demás les podrían parecer utópicas. También les permite prever en el tercer milenio el alba de un mundo nuevo, más bueno, más feliz, más digno del ser humano, más unido.

¡Demos gracias a Dios de qué existís! Pero, ¿qué les puedo decir hoy? Quisiera evocar aquellas palabras de Jesús que fueron el lema de la Jornada Mundial de la Juventud, en 1995: “Como el Padre me envió, también yo los envío” (Jn 20, 21). Es la invitación para que ustedes lleven la luz de la verdad a la sociedad de hoy. Es el desafío a aquella que el Papa llamó “nueva evangelización”.

“¡Nueva evangelización!”. Pero, ¿por qué “nueva”? Y ¿qué significa: “nueva”? La palabra “nueva” puede tener muchos significados. Yo les indico uno.

Todos sabemos que hoy las palabras no bastan. Los jóvenes, sobre todo, no escuchan a los maestros, sino a quien da testimonio; quieren hechos. Entonces, la evangelización podrá ser “nueva” si aquellos que la anuncian serán, en primer lugar, cristianos genuinos, auténticos, que viven primero lo que el Evangelio enseña, de modo que la gente pueda decir, como de los primeros cristianos: “Mira cómo se aman, y están dispuestos a morir los unos por los otros”.

Será “nueva” si aman también a todos los otros hombres y mujeres sin distinción. Y será “nueva” todavía si estos cristianos con sus obras responden a las necesidades de quien no tiene alimentación, ropa, casa. Y, por último,  será “nueva” – estad atentos – si hablarán, anunciando el Evangelio, sólo después de haber hecho todo eso.

Estos cristianos, se lo aseguro, difunden en el mundo la belleza de Jesús y logran que Jesús sea amado, de modo que el reino de Dios se propaga superando cualquier expectativa y la Iglesia se consolida y crece. Crece de tal manera que pueden mirar lejos, como cuando Jesús llamó a todos a la fraternidad universal, pidiendo al Padre: “Que todos sean uno”. Un sueño que puede parecer una locura, pero posible, porque es el sueño de un Dios. Y ellos creen en eso. Conozco miles de estos jóvenes y sé de millones, en todas las naciones, que se han encaminado hacia esa meta.

A ellos Juan Pablo II dijo: “Los hombres que saben mirar al futuro son los que hacen la historia: los otros son arrastrados por ella…”[1].

Queridos jóvenes, ciertamente hoy el Papa les dirige estas palabras a ustedes. No lo decepcionen, no nos decepcionen. Es lo que deseo de todo corazón».

Tor Vergata (Roma), 19 de agosto del 2000, tema de Chiara Lubich a la XVª Jornada Mundial de la Juventud


[1] Juan Pablo II, Homilía durante la Misa celebrada en la Plaza de San Pedro el 18.05.1980, en “L’Osservatore Romano” del 25 mayo, p. 20, edición semanal en español.

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