© Reuters/Australian pool/Nine Network


Kevin e Trish Bourke viven en Myrtleford, una pequeña ciudad rural de 3.500 habitantes en el Estado de Victoria. Él es bombero voluntario. Nos relatan sobre los daños provocados por los desastrosos incendios todavía en curso, pero también muchos episodios de valentía y solidaridad.

Los recientes incendios han sido devastadores. Nuestro pequeño distrito ha perdido por el fuego 102.000 hectáreas de parque nacional, bosques de pinos y fértiles terrenos agrícolas, además de ganado y pastizales. Pero somos afortunados, porque sólo perdimos una casa y no ha habido ninguna víctima.

Los incendios en toda Australia han afectado todos los Estados y territorios. Empezaron en agosto de 2019 y todavía continúan. La altura de las llamas ha alcanzado en algunos casos los 40 metros, alimentadas por vientos de hasta 100 kilómetros por hora. Algunos incendios están amenazando una serie de áreas, entre las cuales los confines meridionales de Canberra, la capital. Hasta ahora se han incendiado 19 millones de hectáreas (alrededor de dos tercios del área total de Italia) y han perdido la vida 35 personas, miles de casas y actividades comerciales han quedado destruidas, cientos de miles de animales domésticos y salvajes han muerto.

También en esta situación, las personas han demostrado un grandísimo deseo de ayudar de todas las maneras posibles a quienes se han visto afectados. Muchos, especialmente en las ciudades principales, decían sentirse “impotentes” y no lograban entender qué podían hacer desde ahí donde estaban, porque la mayor parte de los incendios ha sido en las áreas rurales. Pero también en estos momentos las personas nos han ayudado de muchas maneras, a veces simplemente dándonos aliento a través de las redes sociales, otras veces haciendo donaciones de dinero. Hemos visto a personas que consolaban a otras, que quizás sólo tenían necesidad de ser escuchadas.

Los servicios de emergencia que llegan a las áreas afectadas, y que menudo han tenido que recorrer miles de kilómetros, están formados en su mayor parte por voluntarios, que, para ayudarnos, se han costeado sus gastos económicos. Algunos bomberos han atravesado el océano, han llegado de Canadá, Estados Unidos y Nueva Zelandia. El ejército, la marina y la fuerza aérea han aportado tropas y equipo, para combatir los incendios, pero también para garantizar agua, comida, estructuras sanitarias y alojamientos de emergencia de mejor calidad.

Las organizaciones comprometidas con las ayudas, como la Asociación de San Vicente de Paúl, la Cruz Roja, el Ejército de Salvación, han recibido donativos de músicos, actores, deportistas y ciudadanos comunes. Hoy día este fondo suma medio billón de dólares australianos.
Algunos agricultores provenientes de áreas que no se han visto afectadas, han ofrecido el forraje para el ganado de quién perdió su reserva. Por ejemplo, un grupo de agricultores manejó más de 3.000 kilómetros para donar a los agricultores 140 camiones llenos de heno, una cantidad que tenía un valor superior al millón de dólares.

Los vecinos se ayudan recíprocamente para proteger las casas y los terrenos. A los ancianos y a las familias con niños se les ha ofrecido un apoyo extra para asegurarse que puedan evacuar en caso de necesidad. En algunos casos, los ancianos han tenido que evacuar para escapar del humo peligroso que les provocaba dificultades respiratorias y ardor en los ojos.

Nos parece que podemos decir, a partir de tantos episodios que hemos asistido, que las personas han demostrado una sincera preocupación recíproca. Nosotros le prestamos nuestro remolque a un agricultor que tenía que trasladar su ganado. Dado que estaba en una zona que había quedado bloqueada por el tráfico y en la que, por lo tanto, no se estaba recogiendo la basura, algunos vecinos utilizaron nuestro remolque para recoger nuestros bidones y los de muchos otros del vecindario y llevarlos al centro de reciclaje. Algunas familias donaron ropa y comida a quienes tuvieron que evacuar sin tener la posibilidad de hacer maletas; otras acogieron a quienes tenían necesidad de alojamiento. Los transportistas de caballos trasladaron gratuitamente los animales que había que llevar a lugares más seguros. En la ciudad muchas empresas ofrecieron alojamientos de emergencia gratuitos.

Un día, mientras estábamos trabajando para apagar los incendios, un voluntario fue a comprar el almuerzo para la comida de mediodía para todos. En la tienda, una pareja que no conocíamos, mientras esperaba que la atendieran, cuando se dio cuenta de que la comida era para los bomberos, pagó todo el importe. A petición de los niños, que querían ayudar a los bomberos a apagar los incendios, algunos abuelos entregaron el equivalente de los regalos de Navidad que sus nietos habrían recibido. Les respondimos con tarjetas y fotografías para expresar nuestra gratitud.

Nuestro pueblo ha asistido a mucho sufrimiento después de las calamidades naturales. En la mayor parte de los casos los incendios han sido provocados por rayos caídos en zonas áridas. No podemos culpar a nadie, pero el recuerdo de este desastre permanecerá en muchos de nosotros para toda la vida. A menudo se dice que dependiendo de la forma como reaccionamos ante ciertas situaciones, se comprende quienes somos. Estamos orgullosos de decir que aquí las personas han reaccionado con amor y compasión y que también esto será recordado para siempre.

Kevin e Trish Bourke

1 Comment

  • » GRACIAS POR ESTÁ MARAVILLOSA EXPERIENCIA…» YA QUÉ ESTA DENTRO DEL SER HUMANO…SER SOLIDARIOS…PERO LAS COSAS…DEL MUNDO…LAS AHOGA.
    POR LO QUÉ SIENTO…BRAVO POR ESA SOLARIDAD Y CÓMO ANTE LA ADVERSIDAD…NO SÉ PIENSA…SÉ ACTÚA
    Y ES LO QUÉ PIDO…A LOS QUÉ PUEDEN…Y TENDRÍAN…QUÉ ACTUAL….ES TODOS A UNA…A FAVOR DÉ LA » PAZ » TAN ANSIADA…Y NESECITADA…» UNO»

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