20170221-01Un concentrado de ciudades y burgos medievales entre los más hermosos de Italia, con tradiciones antiguas, tesoros naturales y de arte, además de signos de una cultura milenaria que ha entrelazado la Historia con las historias de una población industriosa, vinculada a sus propios orígenes. Éste es el centro de Italia, asolado por una triste secuencia de terremotos que desde el pasado verano sigue sacudiendo la tierra.

La provincia de Fermo, en Italia central, abarca unos cuarenta Municipios, desde la cadena de los Montes Sibilinos hasta las playas de arena y grava de la costa, bañadas por el Mar Adriático. Desde la catedral de Fermo, edificación del siglo mil doscientos, se pueden ver incluso las luces de Croacia, cuando las noches son tersas.

También la Arquidiócesis tiene un origen antiguo. Fue constituida a finales del 1500, pero se remonta al siglo III. Es la más poblada de las diócesis de la región y cuenta con más de 120 parroquias, que pertenecen a los 58 municipios de tres provincias, Ascoli Piceno, Fermo y Macerata. Es precisamente en este contexto, que en 1973 dio sus primeros pasos el Movimiento diocesano, ramificación del Movimiento de los Focolares, que trabaja a servicio de la Iglesia local y se propone irradiar el carisma de la unidad, para así colaborar a la realización, junto con otras realidades eclesiales, de una “Iglesia comunión”.

En todo el territorio que rodea la ciudad de Fermo, el terremoto produjo derrumbes, evacuaciones y mucho miedo. También 200 iglesias fueron cerradas por ser inseguras. Loredana, del movimiento diocesano, cuenta la experiencia vivida codo a codo con las personas que han sido víctimas del terremoto. «En la costa, numerosos campamentos y complejos turísticos alojan a unas 25 mil personas. En un campamento de Porto S. Elpidio, se instaló el centro operativo de la Protección Civil para esta zona. Esta pequeña ciudad recibió a más de mil personas, familias completas con niños y ancianos, pero otros miles pasaron por aquí antes de dirigirse a otras estructuras de la costa.

Para adquirir los bienes de primera necesidad recogimos plata entre nosotros, los animadores, y luego organizamos una pequeña cafetería que estaba a disposición de los damnificados y de los voluntarios. Una vez superada esta fase de emergencia, el alcalde y el secretario de cultura convocaron a los representantes de los institutos escolares pidiéndoles colaboración para la organización de actividades lúdicas y talleres. En esta ocasión estábamos presentes tres miembros del Movimiento Diocesano, pero sabíamos que podíamos contar con la ayuda de muchos otros. Con ellos organizamos actividades para los niños y clases para los adolescentes, encontrándonos todos los días con las educadoras y llevando galletas preparadas por nuestras madres y abuelas. Durante este periodo, entablamos relaciones muy fuertes con los docentes, los niños, los jóvenes y sus familias. Muchos de los damnificados son personas ancianas. En Monte san Giusto, por ejemplo, se han alojado unos 120 damnificados, y entre ellos hay 42 abuelitos de una residencia de ancianos, 30 de los cuales están en silla de ruedas. Dos de nosotros (una trabajadora social y un policía municipal) se ocupan de ellos, poniéndose en profunda escucha de sus exigencias. Ha habido también un sinnúmero de iniciativas personales. Los jóvenes de Porto S. Elpidio, por ejemplo, en Navidad realizaron muchos pequeños arbolitos que regalaron a las familias alojadas en un campamento. Finalmente, recogimos unos 1200 euros para el proyecto “RImPRESA”, para sostener pequeñas actividades productivas en la zona rural».

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