Fragmento del discurso de Chiara Lubich pronunciado en Lucerna (Suiza) el 16 de mayo de 1999, con motivo del 19° Congreso Internacional para la familia.

Si observamos la situación internacional de la sociedad que nos rodea, estas breves reflexiones sobre lo que debería ser la familia, pueden parecer una ingenua utopía. La cultura individualista difundida en Occidente tiende a fragmentar y promover al hombre y a la mujer según sus necesidades y consumo. […] “En un contexto social marcado por el individualismo y por la búsqueda del beneficio, la familia es muy frágil. Y sobre todo son las familias marginadas las que se disgregan”*. […]

Frente al gran misterio del dolor nos quedamos desorientados. […] En la Biblia existe un momento vértice de dolor, expresado con un “porqué” lanzado al cielo. El evangelista Mateo, en la narración de la muerte de Jesús, dice: “A eso de las tres Jesús gritó con fuerza: “Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mt 27, 46). […]

En aquel abandono, expresión última y mayor de su amor, Cristo alcanza la extrema anulación de sí y reabre a los hombres el camino de la unidad con Dios y entre ellos. Aquel “porqué” – que para Él no tuvo respuesta – responde a cualquier grito del ser humano. ¿No es acaso semejante a Él el angustiado, el que está solo, el fracasado, el condenado? ¿No es acaso la imagen de toda división familiar, entre grupos, entre los pueblos? ¿No es acaso la figura de Jesús Abandonado la persona que pierde, por así decir, el sentido de Dios y de su designio sobre el hombre, la persona que ya no cree en el amor y acepta cualquier subrogado? No existe tragedia humana o fracaso familiar que no estén contemplados en la noche del Hombre-Dios.

Por medio de aquel vacío, de aquella nada, volvió a correr la gracia, la vida de Dios hacia el hombre. Cristo reconstruyó la unidad entre Dios y la creación, recompuso el designio, creó hombres nuevos y de consecuencia familias nuevas.

[…]  El gran evento del sufrimiento y del abandono del Hombre-Dios puede llegar a ser punto de referencia y fuente secreta capaces de transformar  la muerte en resurrección, las limitaciones en motivo de amor, las crisis familiares en etapas de crecimiento. ¿Cómo?

[…] Si creemos que detrás del entramado de la existencia existe Dios con su amor, y si, fortificados por esta fe, percibimos en los pequeños y grandes sufrimientos cotidianos, nuestros y de los demás, un aspecto del dolor de Cristo crucificado y abandonado, una participación en el dolor que redimió el mundo, es posible comprender el significado y porvenir también en las situaciones más absurdas.

[…] Podemos contar dos experiencias emblemáticas.

Claudette, una joven esposa francesa, fue abandonada por el marido. Tenía un hijo de un año. El ambiente cerrado de provincia y de su familia la llevó a pedir el divorcio. Mientras tanto, conoce a una pareja que le habla de Dios, que está cerca de quien sufre: “Jesús te ama – le dijeron -; también Él, como tú, fue traicionado y abandonado; en Él podemos encontrar la fuerza para amar todavía y perdonar”. Lentamente el resentimiento en ella desapareció y empezó a comportarse de otra manera. También su marido se dio cuenta de ese cambio. Cuando se encontraron ante el juez para la primera audiencia, Claudette y Laurent se miraron con ojos nuevos. Aceptaron reflexionar unos seis meses. Volvieron a tener contacto entre ellos y cuando el magistrado los llamó para decretar el divorcio, respondieron juntos: “No”. Y descendieron las escalinatas del tribunal tomados de la mano. El nacimiento de otras dos hijas fue la alegría de un amor que puso en el dolor raíces profundas.

Otra. A una hermosa familia, precisamente de aquí, de Suiza, un día el hijo le comunica que consume drogas. Intentan de todo para curarlo, pero sin éxito. Un día ya no vuelve a casa. Sentimientos de culpa, miedo, impotencia, vergüenza en estos padres. Pero es el encuentro con Jesús Abandonado, en esta típica llaga de nuestra sociedad. Lo abrazan en su sufrimiento y advierten  en su corazón que el amor verdadero “se hace uno con el otro, entra en su realidad”… Los padres entonces se abren solidariamente a este tipo de sufrimientos. Organizan un grupo de familias que distribuyen sándwiches y té a los jóvenes de la plaza Platzpitz, que en aquel momento era el infierno de la droga de Zurich. Un día allí encuentran a su proprio hijo, consumido y casi en las últimas. Con la ayuda también de otras familias ha sido posible iniciar a recorrer el largo camino de la liberación.

[…] Muchas veces los traumas se resuelven, las familias se reúnen. A veces no. Las situaciones externas permanecen como son, pero el dolor es iluminado, la angustia se resuelve, la fractura se supera. A veces el sufrimiento físico o espiritual permanece, pero adquiere un nuevo sentido, uniendo la propia pasión a la de Cristo que continua redimiendo y salvando las familias y la humanidad entera. Entonces el yugo se vuelve suave.

La familia puede intentar recomponerse y corresponder al esplendor original del designio del Creador, bebiendo de la fuente del amor que Cristo trajo a la Tierra.

Chiara Lubich

De Nuova Umanità, 21 [1999/5], 125, pp. 475-487

*Chiesa locale e famiglia (CLEF), «Agencia de información y documentación de pastoral familiar», 13 (1995), 49, p. 15.

 

No comment

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *