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Para llevar a cabo su misión de reformar la Iglesia, el jesuita italiano, p. Riccardo Lombardi (1908 – 1979), trató de movilizar a las multitudes predicando en las plazas y a través de la radio. A cuarenta años de su muerte el 9 de septiembre de 2019 en Roma, un congreso para redescubrir a esta figura carismática que también jugó un papel importante en la historia de los Focolares.

Lombardi neuLa grandeza y – podríamos incluso atrevernos a decir – la santidad de las figuras carismáticas se verifican cuando Dios las prueba al quitarles la salud, su inspiración o incluso la obra que fundaron. Esta lógica evangélica se puede entrever de manera muy clara en la vida del p. Riccardo Lombardi, un jesuita italiano, gran predicador, fundador del Movimiento por un Mundo Mejor. Esto ha sido destacado en un congreso en Roma organizado por su Movimiento, 40 años después de su muerte, en colaboración con los Focolares y la Comunidad de San Egidio.

Ante el poder de autodestrucción alcanzado por el hombre y entre los escombros del final de la Segunda Guerra Mundial, Lombardi se convirtió en un predicador de la fraternidad universal en las plazas y a través de la radio, por ello lo llamaron “micrófono de Dios”. Después de una famosa exhortación que el Papa Pío XII dirigió a la diócesis de Roma en 1952, el padre Lombardi quería crear un grupo de personas que renovaran la Iglesia de acuerdo con una espiritualidad de comunión. Lombardi – ha subrayado durante el congreso Andrea Riccardi, historiador y fundador de la Comunidad de San Egidio – hizo y dijo lo que el Papa Pío XII no podía decir y hacer públicamente y, por eso, también se convirtió en el “micrófono del Papa”, al que Lombardi estaba particularmente vinculado.

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Pero con la muerte de Pío XII y el nuevo pontificado de Juan XXIII, comenzó la “noche oscura” del p. Lombardi. Su estilo como predicador de las masas ya no era compatible con la visión de la Iglesia del nuevo Papa y del Vaticano II. Lombardi se sintió marginado, fracasado y sufrió una depresión severa. En este período le volvió – como ha dicho la presidenta de los Focolares, Maria Voce – la idea de hacer converger su obra con la de los Focolares que había conocido en la Mariápolis de 1956 y 1957. Pero Chiara Lubich, fundadora del Movimiento de los Focolares, con la que Lombardi tenía una relación cercana, no aceptó que Lombardi “destruyera” su propia obra, porque veía en ella una obra de Dios.

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¿Acaso habrá sido una recompensa del Espíritu Santo por el aporte que el propio padre Lombardi había hecho unos años antes para salvar la obra de Chiara Lubich? En la década de 1950, cuando Chiara pasó la “noche oscura”, en la que su obra estaba siendo estudiada por el Santo Oficio y corrió el riesgo de ser disuelta varias veces por la Iglesia, Chiara estaba dispuesta a dejar su obra para obedecer a la Iglesia. Una de las opciones era fusionarse con el Movimiento por un Mundo Mejor. La perspectiva de una colaboración de las dos obras bajo la dirección del p. Lombardi probablemente detuvo la disolución total de los Focolares.

Maria Voce, en su discurso, subrayó la actualidad de la amistad espiritual entre p. Lombardi y Chiara Lubich: “Chiara lo había invitado a construir una relación que se inspirara en la Trinidad ‘al dar y recibir cuánto el Señor’ le había dado a ambos. Esto hizo que la comunión entre ellos estuviera lista para el don de sí mismo e incluso el precio de la oferta de lo que cada uno de ellos, por voluntad de Dios, había generado… El diálogo entre estos dos carismas sigue siendo la semilla para el florecimiento de una comunión cada vez más profunda entre las diversas realidades eclesiales, que Dios espera de nosotros en nuestro mundo tan desgarrado por la división”.

Joachim Schwind

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