“Cuando en 1993 – cuenta María Elena González del Paraguay– escuché por primera vez a Chiara Lubich hablando sobre Economía de Comunión (EdC), quedé muy sorprendida por el hecho de que ella invitaba a dividir las utilidades en tres partes: para los más necesitados, para el desarrollo de la empresa y para la formación de jóvenes en los valores del proyecto, que está basado en la ‘cultura del dar’ en contraposición a la cultura del ‘poseer’. Fue para mi como un maremoto que cambió mi vida.
En ese momento trabajaba en un Banco donde las utilidades – como se sabe- terminan en las manos de los accionistas. Pensé en mis cualidades empresariales de las cuales habría tenido un día que dar cuenta a Dios y a los hermanos. Entonces decidí participar en el proyecto de EdC como mi modo de decir un ‘sí’ a Dios, poniendo a disposición mis capacidades a favor de quien estaba a mi alrededor.
Hablé de esto con mis cuatro hijos, todavía adolescentes, y ellos me alentaron a ir adelante. No tenía idea por donde empezar, pero la respuesta no se hizo esperar. De hecho, veía a mi alrededor los empleados de la limpieza mal remunerados, peor aconsejados, no valorados….
Decidí comenzar con algunos de ellos una empresa de limpieza y encontramos un primer cliente con el cual trabajamos todavía hoy.
Nuestro presupuesto inicial no estaba bien hecho y no nos alcanzaba el dinero para pagar a todos los empleados. Me acuerdo que por tener fé en los contratos asumidos, cuando concluía el trabajo en el Banco, me ponía la túnica y completaba yo las limpiezas. Por más que era un gran esfuerzo sentía adentro la seguridad de estar en el camino justo.
La Economía de Comunión pone en el centro a la persona de acuerdo con el principio de hacer a los otros lo que cada uno quisiera fuese hecho a sí mismo, tratando –como diría Chiara Lubich- que el amor supere la creatividad personal y el producto obtenido. Es verdad que no es algo mágico, exige un esfuerzo cotidiano, una búsqueda incesante de la calidad en todos los aspectos: administrativo, operativo, en las relaciones humanas, en la elección de los empleados que deben estar dispuestos a adherir a esta visión solidaria de la economía, etc.
Durante todos estos años, a pesar de las innumerables dificultades vinculadas a la situación social y económica de nuestro País y de toda la región, cada empleado puso su granito de arena y así hemos logrado superar cada momento de crisis. Fue en especial en los momentos de ‘tempestad’ cuando nos hemos sentido sostenidos por Dios, nuestro ‘socio oculto’ –como nos gusta llamarlo- ‘el accionista mayoritario de la empresa’, el que nos fue indicando paso a paso el camino a recorrer, a través de esa voz interior, que si uno la quiere escuchar, es siempre fuerte y clara”.
“Agradezco mucho la posibilidad que se me ha dado de trabajar. También mi hija comenzó en Todo Brillo y ahora fue asumida por el Banco”, cuenta Benita S. , que trabaja desde hace 12 años en la empresa de limpieza.
“Aquí me siento importante – agrega M. E. Lopez. Tuve muchas dificultades y siempre encontré el apoyo de la empresa y mucha comprensión. Los problemas sigo teniéndolos, pero ahora logro resolverlos. Siento que maduré, veo y valoro el fruto de mi trabajo. Me siento parte de esta gran familia que es Todo Brillo”, concluye .
Hoy en la empresa Todo Brillo trabajan 600 empleados y estamos presentes en todas las ciudades importantes del Paraguay”
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