Movimiento de los Focolares

Pequeño intermedio

Mar 25, 2011

Desde Dinamarca: qué puede suceder en la sala de espera de un gran aeropuerto cuando se vive el Evangelio

“Una hora de retraso”, exclama Jorge.

Sí, por desgracia, la pantalla da un mensaje claro en la sala de espera. ¡Por mucho que se hable, de que el 97% de los vuelos llegan puntuales, esta vez estamos en el 3% restante!.

Afortunadamente, habíamos calculado bastante tiempo para llegar a Manchester, nuestra meta.

La gente en la cola se busca una silla. Los niños son muy ruidosos. Logro percibir, que el ‘nivel de tensión’ está subiendo en la puerta de salida. Habría podido hacer algo sensato, como encender el portátil y organizarme el correo. Por algún sitio, detrás de mí, un niño comienza a llorar.

No sólo a llorar, sino a chillar. ¡Mi concentración se fue! Por desgracia, no tengo tapones para los oídos…

¡Oh, qué molestia!, el sonido estridente me está poniendo de los nervios.

Sí, pero ¿no es quizá mi ocasión?, ¿una invitación a poner en práctica la Palabra de Vida y a ver en cada suceso, situación o persona la Voluntad de Dios?, ¿una invitación a ser paciente, a no enfadarme, una invitación a amar?.

Este pensamiento me da paz, y extrañamente los chillidos del niño dejan de molestarme.

De pronto, veo toda la escena con ojos distintos: personas preocupadas por cómo llegarán a casa, el niño que ha sentido la tensión, que está cansado y tiene necesidad de entretenerse.

¿Puedo hacer algo?. ¡Idea!, cerrar el portátil, sacar un trozo de papel y una lapicera de mi maleta y acercarme al niño que llora.

El pequeño se mueve inquieto en los brazos del padre.

“¿Puedo hacerte un dibujo?”. La sirena chillona se para de golpe. Dos grandes ojos negros me miran con sorpresa. “Mira, puedo dibujar un animal. En el momento, que descubras el tipo de animal que es, me lo dices”. La lapicera se mueve lentamente en el papel.

“¡Un elefante!”, grita la voz de una niña detrás de mí. Es una niña de cuatro años. “Fante” repite el pequeño.

“¡Exactamente, ahora otro animal”

“¡Una mariposa!, ¡un tren!”.

Y luego, de repente corren ambos hacia la ventana.

Intercambio alguna palabra con el padre, que es marroquí, y después, vuelvo a mi lugar. “Misión cumplida”. “Habrías debido ver las caras de las personas cuando te acercaste a ellos, dice Jorge.

“Han pensado seguramente, ¡quién sabe lo que habrá ocurrido!”.

D. R. (Dinamarca)

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