Movimiento de los Focolares

Ribeirao Preto: cuando la parroquia es sinónimo de familia

Jun 4, 2013

En Brasil, en la ciudad Riberao Preto, una de las más grandes ciudades del Estado de San Pablo, declarada por el gobierno brasileño “polo tecnológico”, surgen nuevas opciones de trabajo. Una parroquia cuenta la experiencia de recibir y acoger como en su casa a los recién llegados.

Ribeirao Preto es un  nuevo polo tecnológico con 700.000 habitantes. En los últimos años muchas personas han emigrado allí de otros Estados de Brasil en busca de trabajo. Como consecuencia de este hecho, surgen nuevos condominios, cada uno con millares de personas. Es el caso de la parroquia del Padre Luis, donde en abril de 2011 se construyó un gran condominio residencial, con capacidad para 4000 personas. Junto con los miembros de la parroquia  decidieron dar el primer paso hacia los nuevos pobladores, antes de que llegaran, para que tuvieran enseguida una referencia a quien dirigirse. El P. Luis recuerda: «En aquel período estaba en curso la causa de beatificación de Juan Pablo II, cuya vida representa para nosotros todo lo que deseamos para nuestra comunidad: apertura al diálogo con todos, una parroquia receptiva, dispuesta al perdón». Deciden entonces confiarse a su protección «tratando de orientar con el Evangelio la vida de la nueva comunidad según la espiritualidad de la unidad de Chiara Lubich». Comenzamos por el diálogo, y llegamos a compartir los propios bienes: «Nos reuníamos en uno de los apartamentos del condominio. Pero el número de los participantes crecía, de modo que tuvimos que alquilar un pequeño salón, que luego se convirtió en nuestra capilla, donde, con el permiso del obispo, teníamos la presencia constante de Jesús Eucaristía. Para poder pagar el alquiler de este local los miembros de la comunidad comenzaron a hacer la comunión de bienes» Han nacido también algunas actividades rentables, como por ejemplo una cooperativa de recolección de materiales reciclables. Lo recaudado se dividía en 2 partes: una para los que trabajaban y otra para pagar el alquiler del local. Otros empezaron a vender hot dog. Una parte de lo recaudado se dona para los gastos de la capilla. Cuenta el párroco: «Los hot dog se vendían en  un barrio donde hay despachantes de droga. El encargado de  vender los hot dog trataba de privilegiar el amor al prójimo recibiendo a cada uno y recordando las palabras de Jesús: “Tenía hambre y me diste de comer”. De este modo muchos se acercaron a la capilla y comenzaron a participar de las actividades que allí se desarrollaban» El café después de la Misa del domingo de mañana: «Terminada la Misa, instalamos afuera una mesa con café, té, repostería…. La gente se acerca y hablamos todo tipo de temas. Es un lindo momento de intercambio de experiencias, conocimiento recíproco, además de compartir juntos dificultades y alegrías». «En la capilla, estamos comenzando la catequesis donde tratamos de que los niños no sólo conozcan a Dios sino que se sientan amados por Él, también en las difíciles condiciones de vida en las cuales a veces se encuentran. Todos los meses nos encontramos con quienes quieren participar y animar la comunidad. Son momentos alegres de  diálogo intenso y fraternal» Un trabajo comprometedor, el del Padre Luis y de sus parroquianos, pero fructífero. ¿Cómo ir adelante? «Nos sentimos motivados a seguir, -concluye el padre- porque vemos que crece la ayuda recíproca entre todos y la gente siente que el condominio es de verdad la casa de todos».

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