El compromiso en la formación de las parejas jóvenes, el apoyo a la mujer con un embarazo no deseado, la disposición de dejar todo para llevar el Evangelio a tierras lejanas. “Verdadera vida” fue la que emergió en la sede del Consejo Pontificio para la Familia en Roma, el 12 de octubre, en el encuentro que un grupo de padres sinodales y auditores del Sínodo mantuvieron con algunas familias del Movimiento de los Focolares. Fueron recibidos por la presidente y por el co-presidente del Movimiento, María Voce y Jesús Morán. Participaron en esta reunión (entre otros) el cardenal Andrew Jeom-jung, arzobispo de Seúl y los presidentes de las Conferencias episcopales de la República Checa, de Eslovenia, Madagascar, Tanzania y Uruguay. “¡No existen recetas infalibles, al contrario!”, empezó diciendo Alberto Friso de Familias Nuevas. “¡Cuántas veces nosotros que somos padres nos equivocamos con nuestros hijos! A veces somos demasiado permisivos, a veces posesivos, o débiles, o inflexibles cuando no es necesario. También aquí vale la regla del ‘recomenzar’. Estar siempre dispuestos a reconocer los errores y pedir disculpas. Y cuando es el hijo el que se equivoca, no dudar en hacérselo saber, expresándole también nuestra confianza”. Aunque la familia a menudo se encuentre herida, llagada internamente por traiciones y silencios culposos, sigue siendo un lugar “insustituible” donde se genera y se transmite la vida. Quienes trabajan al lado de las familias hoy- comentaba Anna Friso (de Familias Nuevas) – ha decidido vivir en las “periferias” porque “como dice el Papa Francisco, el cristiano no es cristiano para quedarse en la comodidad, sino para ir a las periferias del mundo”. “Y en las periferias – agregó Friso- no puedes preguntar a la gente si está casada por la iglesia, si convive o si está separada. Nosotros aceptamos a todos tal y como son, los amamos, los escuchamos profundamente, si podemos tratamos de ayudarlos en lo que precisan. Y en el momento justo, a todos, en cualquier situación se encuentren, les damos el mismo mensaje: Dios te ama inmensamente. No existe ninguna persona que esté excluida del amor de Dios”.
Los obispos escucharon también la historia de Tiziana G., que carga en su pasado un matrimonio y 13 años de mentiras, peleas, pseudo aclaraciones y nuevas desilusiones. Posteriormente se encontró con un ex- compañero de la escuela y comenzó una nueva vida familiar. “Habría podido ir a una iglesia donde no me conocen y recibir igualmente la Eucaristía – contó-, pero por obediencia nunca lo hice”. Tiziana no esconde a los obispos el sentimiento de “autoexclusión” que experimenta, “la gran soledad espiritual” en que vive y el “fuerte malestar que tengo cuando veo que los demás se dirigen hacia el altar y yo me quedo en el banco. Me siento abandonada, repudiada, culpable”. Posteriormente, tomó la palabra Paolo R., también él lleva a cuestas la experiencia de un matrimonio fracasado. El suyo es un relato muy doloroso que empieza con el abandono de la esposa, continúa con la separación y los abogados, y llega a un “desierto interior”. Pero él ha decidido “esperar” porque –dice- “éste es el matrimonio cristiano. O lo tomas o lo dejas. Pones tu vida en las manos de Dios, con el sacramento, a través de la persona con la que te casas, de quien estás enamorado… pero el amor se construye, también en el dolor, día tras día”.
(Fuente: Sir)
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