«Desde hace bastantes semanas se interrumpió nuestra correspondencia con Siria. Gió se vio obligada a dejar su casa de Damasco y a mudarse cerca de la costa buscando una ubicación más segura. La electricidad de todo el país es discontinua: tres horas en la mañana y luego se corta, o también a veces hay electricidad durante alguna hora de la tarde y vuelve sólo al día siguiente. Llamando por teléfono al apartamento de Damasco, casualmente nos comunicamos con una amiga de quien escribe que fue a ver cómo estaba la situación. «Sabes, también en la capital caen bastantes bombas, pero se está bien». Intenta tranquilizarme y tranquilizarse ella misma aunque sigue declarando: «Vivimos momento a momento, no sabemos cómo será el mañana, por lo tanto lo único que vale es el hoy». Hace dos meses que dejó el trabajo, porque su jefe le pidió que realizara tareas deshonestas y ella decidió renunciar. Se niega a decirme el tipo de trabajo: lo mantiene reservado por ella misma y por su jefe. Hace dos días presentó un currículum, ahora está esperando un cambio de su situación. Me cuenta algo de sus padres: viven en Talfita, cerca de Maaloula, el pueblo donde el 3 de septiembre pasado fueron raptadas unas religiosas ortodoxas. Existe mucha angustia por el fin que hayan tenido estas religiosas. «Una amiga mía las llamaba todos los días, pero ese martes el teléfono sonaba, sonaba y nadie respondía ». Mientras tanto, en un mensaje de video que pasó el canal de televisión de los rebeldes, las religiosas declararon que no fueron raptadas, sino que fueron protegidas de los ataques de la zona. Esto nadie lo cree.
La vida es muy difícil en el norte del país donde los rebeldes son tan feroces como el ejército. Hace frío y la falta de electricidad no permite que se pueda llevar una vida normal. Se reemplaza con generadores a gasoil, pero el combustible sirve más para calentarse que para iluminar. «Nuestro pueblo fue casi completamente quemado. La gente no sale de la casa ni siquiera para comprar los artículos de primera necesidad. Pero Dios continúa interviniendo y salvando nuestra vida, pero no vemos aún espirales de paz, al contrario, vemos las cosas sin sentido, sin una finalidad. ¿Cuándo podremos decir basta a esta violencia? ». A cargo de Maddalena Maltese fuente: Città Nuova
No detenerse ante los fracasos
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