Iglesia reformada e iglesias libres, metodistas y católicos, personalidades del mundo ecuménico, pastores y pastoras, párrocos, asistentes pastorales, miembros de distintos movimientos de todas las regiones idiomáticas de Suiza: total 250 personas, superando todas las previsiones. Constituyen una multitud en la sala del Hotel Kreuz en Berna donde, el 8 de noviembre se desarrolló un simposio ecuménico organizado por el Movimiento de los Focolares cuyo título fue: “Ecumenismo: ¿hacia donde vamos?”.
En la mesa de los oradores están tres huéspedes de notoriedad: un cardenal, una laica, un pastor reformado. Desde Roma llegó el card. Koch, suizo, ahora presidente del Pontificio consejo para la unidad de los cristianos y la presidente del Movimiento de los Focolares, Maria Voce; y como dueño de casa, Gottfried Locher, presidente de la Federación de las iglesias evangélicas de Suiza (Fces). Sus intervenciones profundizan los varios aspectos del compromiso ecuménico con aproximaciones distintas pero existe una convicción común en todos que es muy fuerte: el camino ecuménico es irreversible e irrenunciable, a pesar de los signos de cansancio que a veces lo caracterizan, haciéndolo aparecer tal vez como una misión imposible. “Mientras luchemos por la unidad –afirma la presidente de la Comunidad de trabajo de las iglesias cristianas en Suiza (CLCC), Rita Famos – estamos en el camino justo, quiere decir que no bajamos las armas. Hoy queremos estimular el diálogo entre el que espera soñando con el que lucha por la unidad”.
En efecto uno de los “peligros” en el camino ecuménico es el de “acostumbrarse a las diferencias pensando que estamos bien sin la otra Iglesia”, sostiene Locher. Tal vez “nos hemos acomodado, no consideramos tanto que “esta división es escandalosa”. De aquí nace su invitación a “construir mayor unidad allí donde por el momento es posible”, a partir de las iglesias reformadas de los cantones, a menudo tan independientes entre ellas, para encontrar mayor comunión y aportar un mensaje común como iglesia reformada suiza en los temas importantes. Es fuerte su exhortación constante a la fuerza transformadora de la Palabra.
Son muchos los protagonistas de este camino recorrido que goza de momentos de entusiasmo, como también fases de estancamiento. Entre estos protagonistas los últimos papas, como recuerda el card. Koch citando la pasión ecuménica que demostró por ejemplo Juan XXIII cuando instituyó en 1960 el secretariado para la promoción de los cristianos, el actual Pontificio consejo que él dirige. Pablo VI que estuvo tan cercano al mundo ortodoxo de Constantinopla con la cancelación entre otras cosas de los anatemas recíprocos que “expulsaron el veneno de la excomunión” después de 900 años. Y citamos también su encuentro con el primado anglicano Ramsey. Y luego Juan Pablo II con sus numerosos gestos concretos hacia el ecumenismo, y llegamos a Benedicto XVI, que en su primer mensaje anunció que quería trabajar con todas sus fuerzas por la unidad de los cristianos.
No sólo el ecumenismo promovido por los responsables de las Iglesias, ni sólo el que conducen los teólogos; que es vital, existe un ecumenismo de las bases, un ecumenismo de la vida, un ecumenismo de pueblo. Es ésto lo que dice Maria Voce que cuenta – citando experiencias concretas de niños y adultos de distintos países – cómo el acento puesto sobre la vida de la Palabra, la fe en la promesa de Jesús de hacerse presente “donde dos o más están unidos” en Su nombre (Mt. 18, 20), el amor a Jesús crucificado y abandonado, símbolo de toda desunidad, – éstos son los puntales de la espiritualidad de los Focolares, – se han revelado “ecuménicos” a través de la vida, cuando hemos abierto, espacios de diálogo entre cristianos de diversas iglesias (actualmente 350) que encuentran ya sea en un punto como en otro, aspectos fundamentales de su credo.
Un “ecumenismo de las bases que no se opone al ecumenismo de las jerarquías. Es un tipo de diálogo que puede servir como humus, sobre el cual los otros diálogos pueden florecer y desarrollarse”, sostiene la presidente de los Focolares.
Son muchos los distintos tipos de diálogo que existen entre las Iglesias, y distintos los niveles alcanzados. Y las dificultades, que no faltan, a menudo hacen ver lejana la meta del testamento de Jesús realizado. A veces se pierde de vista el camino a tomar, nos alejamos en lugar de acercarnos. En la sala se recuerda que Jesús, en su oración, no ordenó la unidad: se la pidió al Padre. A lo que nosotros estamos llamados como cristianos es a colaborar con pasión y paciencia, pero la unidad es un don de Dios que hay que pedir juntos. Así como juntos debemos sentir el dolor de la división, juntos debemos reconocer la culpa de la desunidad, juntos trabajar para que “todos sean uno”. Una sociedad cada vez más descristianizada exige el testimonio y el compromiso de que los cristianos estén unidos. También ésta es una convicción común.
De Aurora Nicosia, enviada (Fuente: Città Nuova online)
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