«El 10 de febrero de 1984, Chiara Lubich, explicando el sentido de la espiritualidad de la unidad durante un encuentro de obispos amigos del Movimiento de los Focolares, observó lo siguiente: “Es un camino que se recorre juntos, en el cual se persigue la santidad de los demás como la propia, porque es la gloria de Dios lo que más cuenta. Y es precisamente la presencia de Cristo entre los cristianos lo que le da un impulso decisivo también a la santificación personal, una presencia cada vez más plena, más grande, que toma a la persona cada vez más profundamente”. Se trata de una reflexión acerca de la novedad de esta santidad y de este camino: “Por lo tanto, está bien un castillo interior, tal como santa Teresa llamaba la realidad del alma habitada por Su Majestad, que es necesario descubrir e iluminar. Es el ápice de la santidad en un camino individual. Tal vez ahora ha llegado el momento de descubrir, iluminar, edificar por Dios también su castillo exterior, por así decirlo, con Él en medio de las personas. Este castillo – si observamos con atención – no es sino la Iglesia, allá donde vivimos, la cual, también gracias a esta espiritualidad, puede llegar a ser cada vez más sí misma, más hermosa, más espléndida, como mística esposa de Cristo, anticipación de la Jerusalén del cielo, de la cual está escrito: “He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y Él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios” (Ap 21,3). […] En los primeros días de diciembre de 2003, Chiara, visitando España, quiso llegar hasta Ávila, la ciudad natal de Santa Teresa, y se detuvo en el monasterio de la Encarnación donde Teresa vivió por más de 27 años […] Chiara quiso dejar en el Libro de Oro este testimonio de “amistad espiritual” con la Santa de Ávila: “Gracias, santa Teresa, por todo lo que hiciste por nosotros a lo largo de nuestra historia. ¡Gracias! Pero el gracias más bello te lo diremos en el Paraíso. Sigue velando sobre todos nosotros, sobre nuestro “castillo exterior” que el Esposo suscitó en la tierra como complemento de tu “castillo interior”, para hacer la Iglesia hermosa tal como la deseabas. Hasta luego, Santa Teresa. Te abrazo. Chiara”. Consideré siempre el castillo interior de Teresa de Ávila como una propuesta de vida evangélica para todos los cristianos que desean vivir su propia vocación universal a la santidad, a la unión con Dios, a la experiencia trinitaria y eclesial. Pero estimo una gracia aún mayor, y una aventura aún más hermosa, la de poder participar con el carisma de la unidad en el descubrimiento de este designio de Dios, la posibilidad de vivir juntos la aventura de la santidad comunitaria y eclesial, en la construcción de un espléndido, luminoso castillo exterior, encarnado en la Obra de María, para la Iglesia y la humanidad». Leer también: “Dos mujeres y dos castillos” De “El castillo exterior, lo nuevo en la espiritualidad de Chiara Lubich” (“Il castello esteriore”, il nuovo nella spiritualità di Chiara Lubich), Jesús Castellano Cervera (1941-2006), pp. 63-67/68.
Escuchar atentamente, hablar intencionalmente
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