Movimiento de los Focolares

Un amor de misericordia que une

Ene 3, 2013

Mary, originaria de Filipinas, en el Genfest de Budapest –agosto 2012-, compartió con los 12.000 jóvenes presentes cómo vivió el drama de la separación de sus padres.

«Siendo la primogénita soy la hija preferida de mi padre –cuenta Mary-,. Cuando tenía 8 años vi a mis padres pelear. Un día mi padre me obligó a mí y a mis hermanos a entrar en su carro y dejar a mi mamá. Pero ella nos detuvo. Asistí impotente a las cosas terribles que él le hizo a mi madre, después se fue. Desde ese día, que fue el último en que vi a mis papás juntos, rechacé a mi padre. Traté de convencerme de que él no existía más. Fue una decisión dramática que me acompañó durante la adolescencia. La experiencia de crecer sin un padre influyó mucho mi forma de tratar a las personas, sobre todo a los hombres.  Durante varios años estudié en un colegio sólo para muchachas y, cuando entré en la universidad, no fue fácil estar con los muchachos. Conociendo el Movimiento de los Focolares, fui invitada a ir a la ciudadela de Loppiano (Italia), donde encontré personas que trataban de vivir el amor recíproco y se respetaban y confiaban los unos en los otros. Era el mes en que todos querían poner en práctica la frase del Evangelio “Perdona setenta veces siete” (Mt 18,21). Leyendo el comentario de Chiara Lubich, me di cuenta de que mi corazón estaba lleno de hostilidad hacia mi padre. Pero, cuando decidí que también yo quería vivirla, sentí que esa “amargura” que llevaba en mi corazón poco a poco se transformó en perdón y el deseo de ver a mi padre. Volviendo a Manila, aunque la herida estaba todavía abierta, tuve la fuerza de llamar por teléfono a mi padre y de visitarlo. Hablamos por varias horas, los dos solos, en un restaurante. Estaba feliz y en paz porque, aunque mi mamá no estaba de acuerdo, me había dejado ir a verlo. Sigo en comunicación con mi papá, aunque no muy a menudo. Pero cada vez que tengo la posibilidad de verlo, hago lo posible por hacerle sentir mi amor de misericordia. Aun sabiendo que papá y mamá no podrán volver a estar juntos porque él ya tiene otra familia, siento que, en mi perdón, permanecemos todos unidos. Y esto me llena de paz».

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