Movimiento de los Focolares

Una luz en contra del tráfico de seres humanos

Feb 9, 2015

La primera jornada mundial de oración y de reflexión pero también de denuncia, que se celebró el 8 de febrero, había sido deseada ardientemente por el papa Francisco. Fue promovida por el heterogéneo mundo de las congregaciones e institutos religiosos, con el patrocinio de dos importantes dicasterios pontificios.

logo_randiSor Tina Ventimiglia, Franciscana de los Pobres, y Resi y Alessandra, voluntarias de la Asociación Randi, encuentran en su compromiso de vida con la espiritualidad de la unidad formas nuevas para encontrar y acompañar a las personas. Y para rescatarlas. El rol de la prevención es crear oportunidades de desarrollo en el sur del mundo.

Ayer, 8 de febrero, en concomitancia con la celebración litúrgica de Santa Giuseppina Bakhita, religiosa de Sudán, que desde niña vivió la dramática experiencia de la esclavitud, se celebró la primera jornada mundial contra el tráfico de personas. Una jornada realizada para romper el silencio sobre esta “vergonzosa plaga indigna de una sociedad civil”. Así la definió el papa Francisco en el Angelus, con el corazón lleno de angustia por la multitud de “hombres, mujeres y niños esclavos, explotados, abusados como instrumentos de trabajo y de placer y a menudo torturados y mutilados”, con el augurio de que “todos los que ejercen responsabilidades de gobierno se comprometan con decisión a eliminar las causas”.

Es emblemático que los que denuncian la cuestión sobre esta ‘moderna’ e inaceptable forma de esclavitud sean precisamente los religiosos que con su presencia en los diversos puntos del planeta – los primeros y a veces los únicos ‘buenos samaritanos’- saben acercarse a las personas a quienes se les quita la libertad personal con violencia, tomando posesión de todo su ser y convirtiéndolo en esclavo.

Es significativa la experiencia de Sor Tina Ventimiglia, religiosa Franciscana de los Pobres, que desde hace doce años, junto con su comunidad se está encargando, en la ciudad de Pistoia, de chicas que provienen de la calle. “La inmigración clandestina y forzada – cuenta- muestra a menudo un rostro femenino, víctima de los así llamados protectores. Estos rostros de mirada temerosa, desconfiada o desafiante- de quien no puede confiar en nadie- nos interpelan fuertemente. A la luz de la enseñanza de nuestra fundadora y del carisma de Chiara Lubich, no las vemos como realidades de las cuales hay que escapar, descartar, alejarse, o peor, condenar, sino como ‘llagas’ de Cristo que hay que sanar. El mal no se debe ‘combatir’ sino ‘superar’ con el ejercicio de hacer el ‘vacío’ para recibir a la persona tal como es, digna de amor, independientemente de la situación en la que se encuentra. El amor no hace cálculos, ama sin medida, y sigue amando también cuando no es bien recibido o comprendido. Y es siempre el amor el que nos hace descubrir cuáles son los gestos concretos que se pueden ofrecer como brindarles atención sanitaria, o judicial para restituirles la propia identidad mediante los documentos. Así como también el acompañamiento en la reconstrucción de su vida pasada y para descubrir así los recursos interiores que les permitan vivir, logrando que se sientan personas dignas de amor y capaces de amar. Sin descuidar el ofrecimiento de una red de relaciones sanas que les dé la posibilidad de integrarse en el territorio mediante la inserción en el mundo del trabajo y la posterior autonomía habitacional”.

20150209-02Randi – cuenta Alessandra- es la niña que hace 22 años dio la luz Rebecca, en el hospital donde yo trabajaba. Había llegado clandestinamente a Livorno, no sabía nada de italiano, pero igualmente se podía entender toda su angustia porque no tenía documentos, ni visa y temía que le quitarían la niña. Fue recibida sin razonamientos ni prejuicios y logramos encontrar una solución para su problema. Después de poquísimo tiempo más de 70 chicas en situaciones incluso más dramáticas, sabían que podían contar con nuestra Asociación, que hemos llamado Randi.

¿De qué nos ocupamos? – dice Resi.- A menudo estamos frente a situaciones de verdadera y clara esclavitud con fines económicos. Éste es un negocio que mueve un mercado de 24 mil millones de euros e involucra, entre 27 y 50 millones de seres humanos en el mundo, sobre todo a mujeres y niños. Un auténtico tráfico de personas que produce miedo, aislamiento, y la imposibilidad de defenderse. Casi la mitad del fenómeno se refiere a jóvenes mujeres obligadas a la prostitución. Lograr acercarse a estas personas encadenadas, a las que se les impide cualquier contacto con el mundo externo, no es ciertamente fácil. A veces el cambio se produce gracias a un accidente, a una internación hospitalaria, a un encuentro en un tren. En el contacto con estas personas, la espiritualidad de la unidad nos ayuda a transmitirles que finalmente pueden confiar en alguien. Y aquí ocurre el milagro, porque de pronto, por primera vez, no se les pide nada a cambio”.

Sanar las heridas: el gran desafío del Evangelio. Pero también, hasta donde es posible, prevenir. Es en este sentido se han comprometido muchos religiosos y religiosas, que estando en tierras lejanas, junto con la Buena Noticia, trabajan para ayudar a desarrollar la dignidad de las personas. Es lo que están haciendo también los Focolares en el sur del mundo, donde, en 53 países de los 4 continentes, están activas más de cien iniciativas de desarrollo en la que participan 15.000 niños con sus familias, para crear con ellos oportunidades concretas de desarrollo en su tierra, en libertad.

 

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